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Anuario 1968: ¿Cuál es el origen verdadero de la palabra "Huaso"?

Anuario 1968: ¿Cuál es el origen verdadero de la palabra
Revisa este artículo publicado en la Revista de la Asociación de Criadores de Caballares.

En el Anuario de 1968 de la Asociación de Criadores de Caballares fue publicado este interesante artículo titulado ¿Cuál es el origen verdadero de la palabra "Huaso"?, escrito por Augusto Iglesias.

Revisa la transcripción de la nota:

¿Palabra de influencia quechua-araucana?

¿Deriva de una voz vasca?

¿Es un vocablo español deformado?

¿Es un chilenismo?

Entre tantas opiniones autorizadas, nos quedamos con la de don Benjamín Vicuña Mackenna.

El más consultado -hasta hoy- de nuestro repertorio de chilenismos, tanto en América como en España, es el del presbítero y académico don Manuel Antonio Román, fallecido en 1920. Este diccionario en cinco volúmenes, con el correr de los años ha llegado a convertirse en verdadera joya bibliográfica; en otras palabras, es casi inencontrable.

En este catálogo de nuestra referencia, se define la palabra huaso y no se pierde oportunidad de criticar las explicaciones hechas antes, por otros lexicógrafos. Voy a transcribir pues, las palabras de Román.

Román lo escribe con "g", y se expresa de él en la siguiente forma:

"Guaso, guasa: hombre y mujer del campo, el rústico castellano (del latín rus, ris, campo). Dícese del que imita o se parece al rústico en sus acciones, lenguaje, vestido, etc.".

Refiriéndose a la etimología, desdeña lo sostenido por Vicuña Mackenna e impugna lo sostenido por el filólogo don Julio Cejador, el cual considera el término en cuestión, simple variante de "guacho". Por su parte, Cejador sostiene que esta palabra, tanto como el indicado chilenismo, indican al guarro (español), "persona sucia, mal educada, sosa, agreste". Todo del vascuence "uatcha": "revolver el agua" o "agua revuelta".

Con razones muy suyas, el señor Román se "revuelve" en contra de esta explicación:

Sostiene Román que guaso deriva del castizo "guasa" y de éste "guasería", del que provienen, en castellano "guasón", sustantivo y adjetivo, respectivamente familiares, para indicar nombre y calidad de "burlón", "chancero". Al individuo con estas características se dice de él que tiene "guasa".

Después de tales sucintas anotaciones, el señor Román colige: "Si en la lengua traída a Chile, existían ya estos dos vocablos con significados tan apropiados al mestizo chileno de nuestros campos, que se distinguen por su rusticidad y su carácter burlón y chancero, ¿para qué buscar etimologías en otras lenguas cuando podemos hallarlas sin dificultad en la propia?

Y ahora volvamos a don Benjamín Vicuña Mackenna. El amenísimo investigador chileno, sin ser filólogo profesional, tiene aciertos de buen intuitivo.

En el capítulo primero de su Historia de Santiago, refiriéndose a las influencias quechuas y araucanas en el habla popular de Chile, Vicuña Mackenna hace este comentario: "… huaso o huasa, palabra quechua y araucana a la vez, que significa espalda, anca, y de aquí fue que a los hombres que los indios veían sobre las espaldas o ancas de los caballos comenzaron a llamarlos huasos, por lo que la genuina expresión tan popular no es propiamente hombre de campo, sino hombre de a caballo".

¿Es aceptable la clave transcrita?

No vamos a pronunciarnos por el momento, pues antes de entrar por ese camino nos parece habría de averiguarse por qué se llama gauchos a los jinetes de la pampa o llanura argentina, dedicados a la ganadería… Desde luego es fácil comprobar la metátesis (o alteración del orden de los sonidos) con respecto al nombre gaucho. Tal vicio es corriente en el habla popular; y aquí en la palabra en debate se ha pospuesto la u, lo que da exactamente, GAUCHO.

Don Julio Cejador le da al quechuismo huaccha, genealogía vasca: "Es el uatchu o uauatchu – afirma, olvidándose de su anterior explicación-, que en euskera significa niño; o uatcha, quejarse"; y al final de un breve comentario asegura, implícitamente el porqué se extendió en el Nuevo Mundo deduciendo que, en este caso, ha sucedido como en otras tantas voces de las tomadas a los españoles por los indomaericanos.

Esta vez, por lo que nos concierne a los conocedores de Arauco, sí estamos ciertos que don Julio Cejador no pisa en terreno firme. El indomaericanismo huacho o guacho es de origen quechua; quechua de toda autenticidad, esto es, ¡ciento por ciento quechua!... Declarar foránea la partícula WA (léase: HUA) o su equivalente MA, tendrían parecida significación –si cupiese la posibilidad de individualizar el quechua como si fuese persona natural- a quebrarle un hueso de su vertebración; con la agravante de que las dichas partículas MA y WA se encuentran también en aimará, el otro gran idioma inter-regional en las tierras dominadas por los incas en la América precolombina.

Es verdad que las palabras del lenguaje vulgar de los citado amerindios construidas con esas radicales no siempre se desarrollaron conservando la correlación semántica de modo indubitable. Eso no autoriza a sostener, sin embargo, que tales pueblos, después de la Conquista, hubiesen de acudir siempre al español, aun para designar ideas esenciales como las involucradas, por ejemplo, en los símbolos padre, madre, hermano, hijo, etc. O así mismo, que no mantuvieran el apego necesario para defender vocablos entrañables, al modo de los referidos a la atmósfera familiar y a los ayllus o parcialidades comunitarias de indios; v.gr., Hua hua: "bebé, crío, niño pequeñito"; Hua kai: "llorar"; ¡Hua!: "grito de socorro o espanto"; Hua (c) cha: "huérfano, pobre, indefenso", y también en acepción metafórica, "vencido por el destino"; Hua ki: "florecer"; Hua kitchi: "aparejar, disponer"; Hua sicamayoc: "mozo, sirviente, criado".

Gran número de estas palabras se esparcieron por la América Meridional, y, desde luego, entre las tribus indígenas de Chile. Terminantemente pues, Huaso no deriva de un vocablo español, aunque no es errado pensar que la palabra primitiva en la cual se inicia el proceso semántico, se haya confundido, por homofonía, en el habla popular del mestizaje, formando extrañas locuciones o palabras híbridas. Así ocurrió, por ejemplo, con el sustantivo china, en quechua nombre de las mancebas del Inca, y aplicado también a las criadas o fámulas; y que después de algún tiempo produjeron la confusión hasta hoy existente en la mayoría de los chilenos, de llamar "chinas" a las niñas o damas de clase social poco refinada o, también a las empleadas domésticas. De dicha confusión proceden los términos "achinado", "chinonga", "chinamento" "chinerío", "chinilla", "chinecita"… Exceptuando -a veces- el diminutivo chinita, los sudamericanismos señalados llevan todos ellos entonación despectiva. Empleamos la denominación "sudamericanismos", porque en los Estados Unidos mejicanos el sobrenombre "chino" se da a quienes tienen la piel tostada el pelo ensortijado; y procede este vocablo del mejicanismo chinoa, que significa precisamente lo antedicho.

Volvamos ahora a Vicuña Mackenna, quien sostiene que la palabra huaso o huasa… "es quechua y araucana a la vez", con significado de "espalda" y "anca", pues bien esta voz no pertenece al vocabulario de Arauco: es quechua pura…; y no admite sino el género femenino. El término en cuestión úsanlo mucho los indígenas norteños de la tierra de Martín Fierro. José Vicente Solá en su Diccionario de Regionalismos de Salta lo recoge con esta definición: "GUASA": el anca del animal caballar. Del quechua guasa o wasa: espalda, atrás".

Por último, otro gran filólogo, -don Rodolfo Lenz- que trata también este asunto, no aplica doctrina propia, pues se apega a la etimología dada por Middendorf: "Huasu: hombre rústico, tosco, grosero".

Nosotros pensamos, no obstante, que ésta de Middendorf es variante económica de Huasicamayoc; existe una razón lógica para suponerlo; generalmente los criados o mozos de fundos o estancias sudamericanas, encargados de la doma de potros y cuidado de las caballerizas, no han debido ser, por cierto, ni tan finos o pulidos como para imaginarlos dechados de caballerosidad; mucho menos en este trabajo además de poco limpio, bastante duro, al cual éstos, circunstancialmente, hallábanse dedicados.

En resumen: No es difícil que de la afinidad homofónica de los cuatro términos –huaccho, huakitchi, huasicamayoc y huasa- naciera la posibilidad de asimilación de dos de ellos, con un mismo valor léxico; y de ahí surgiese, típico y admirable, el calificativo de HUASO, aplicado en Chile.

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