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Rebuscando la punta´e l´ebra (I)

Rebuscando la punta´e l´ebra (I)
Una columna de opinión de Arturo Lavín.
Autor:

Rebuscando la punta'e l'ebra (I)

Por Arturo Lavín Acevedo,  alacolemu@hotmail.com

Que la impronta ecuestre se hizo carne en la idiosincrasia de los países del cono sur de nuestro continente, está con visto. Cada uno de nuestros países, a su manera, fue hecho al galope de caballos de origen español y con la fuerza del brazo conquistador de los fijosdalgos castellanos, extremeños y andaluces, principalmente.

Su gran herramienta y arma, fue el caballo de origen celtíbero-berebere (morisco, nor-africano y no oriental o árabe), más algunas gotitas de otras sangres, para la pura sazón. Desde su llegada a la isla La Española (hoy República Dominicana y Haití), pasando por las primeras grandes crianzas reales establecidas en la Gran Colombia, en lo que hoy es Panamá, se desparramó, con ellos, hacia el norte y hacia el sur.

Hacia el norte fue Hernán Cortés quién primero lo introdujo en lo que hoy es México y Estados Unidos. De esos derivaron los actuales caballos mexicanos y los mesteños salvajes de las llanuras del oeste norte-americano, desde los que derivan, a su vez, razas como el Pinto, el Apaloosa, el Palomino y el Cuarto de Milla, al menos, en buena parte.

Hacia el sur fue Francisco Pizarro el que lo introduce en los territorios del imperio inca. Desde allí, del virreinato del Perú, se desparrama hacia el norte, Ecuador; hacia el alto Perú, hoy Bolivia; hacia el norte de Argentina, Charcas (Tucumán); y hacia el sur, Chile. Por lo tanto si hay dos razas o subrazas actuales, realmente emparentadas, son los caballos peruanos y los chilenos.

Con los países de allende los Andes, es cierto que hay ligazones de origen, por la proveniencia común, España. Pero también hubo importación directa de caballos desde España al virreinato del Plata. Algunos aseguran que de origen distinto a los que trajo Colón a Centroamérica, lo que podría marcar alguna diferencia. Para ser objetivos, digamos que, serían leves diferencias de origen. Los trasvasijes de caballos provocados por el transito de milicias y arrieros, los transportistas de antaño, con sus recuas de acémilas de carga y sus caballos de andar, fueron muy posteriores.

Vale la pena hacer una pequeña precisión. Ya establecidas las dos capitales virreinales, La Ciudad de Los Reyes, Lima, y la Ciudad del Plata, Buenos Aires, la comunicación por tierra entre ambas casi no existió por largos años. No porque no se intentara, sino que, por la casi imposibilidad de atravesar el inmenso territorio que las separaba, en el que pululaban bandas de forajidos alzados e innumerables tribus de indígenas aún en absoluta libertad y sin ninguna voluntad de adscribirse a la cultura conquistadora. Es más, tratando de entorpecer la conquista de sus territorios vernáculos como más lo pudieran. Arriesgarse a esa travesía era casi muerte segura de hombres y caballos y la pérdida de todo lo que se intentaba transportar. Algo muy parecido ocurrió con la capitanía de Chile.

Por lo tanto, hay que convenir que, durante bastantes años, el desarrollo de la masa caballar de las serranías propias de la zona andina y la de la gran pampa húmeda aledaña a la capital rioplatense, se produjo casi en forma aislada. En la pampa, es más, los primeros caballos escapados o dejados en la fuga de los primeros conquistadores hacia Asunción del Paraguay, fue el origen de las inmensas manadas de baguales, caballos que fueron el gran molde en que se formó el gaucho pampeano.

De aquí, a mí de ver, nacen algunas básicas diferencias. Primero; en los caballos. El factor ambiente, compuesto tanto por el medio natural como por la influencia del hombre, fue diferente. Hagemos la comparación, como dice don Leute.

En la pampa húmeda, donde llueve casi todo el año y la temperatura es siempre benigna, el pastal es exuberante. Los caballos se multiplicaron como los panes y peces bíblicos. Su potencial de crecimiento, propio de su genética, se expresó en sus máximos o muy cercano a ellos. Fuera de poder respirar, comer y procrear ad libitum, sus únicas preocupaciones o amenazas eran, la natural, los tigres, y las artificiales, los indios y los primeros gauchos jullíos que los cazaban básicamente para comérselos y secundariamente para domarlos.

Un aleluya. En el mapudungun, la palabra Nahuel significa tigre. Hasta donde he podido averiguar, en lo que hoy es Chile, no hay antecedentes que permitan suponer que existió un animal de ese tipo, Es más, el tigre, en todas sus variantes, es asiático. En América, hoy, en el Mato Grosso, aún existe el jaguar, una pantera americana. ¿Vendrá de ahí el nombre? ¿Habrá también, en tiempos remotos, merodeado por las pampas? ¿Habrá alguna vez existido en lo que hoy es Chile? También es probable que los mapuches chilenos lo hayan recibido, como idea y como palabra, de sus hermanos pampeanos de allende los Andes. ¡Pero!... ¿cual será el fundamento para que tengamos lugares como, Nahueltoro o Nahuelbuta? ¡Qien'sa pus!

En los riscales andinos, de clima mediterráneo con estaciones muy diferenciadas, digamos que, en propiedad, la única con visos de exuberancia era la primavera. En las otras; con dificultad había forraje suficiente, pero seco, en el verano, y, en otoño e invierno, el encontrar el suficiente para no pasar hambre era casi imposible. Por eso, el animal regalón o más apreciado pasaba las estrecheces con el forraje suplementario que le aportaba el hombre, generalmente en las dependencias de sus casas. La gran masa tenía que barajárselas como podía.

Hasta aquí, al menos, podemos sacar dos conclusiones. Los animales más apreciados, que por lógica deben haber sido más preponderantes en el proceso reproductivo, estuvieron casi siempre cercanos al hombre en la zona andina. Por lo que hubo, al menos, atisbos de selección inducida por ciertas características, especialmente, por aquellas que eran de su agrado o necesidad para la función en que lo ocupaba. En cambio, en la zona pampeana la mecánica reproductiva de las manadas, simplemente funcionó de acuerdo a las leyes de la selección natural. Aquí ya podemos intuir una carga medioambiental diferenciante en el proceso selectivo, por aptitud y carácter en nuestro caso. No deja de ser importante.

La otra, es que por el clima y limitación de forraje, se le imponen otras cargas selectivas medioambientales, la sobriedad, la rusticidad y la mansedumbre.

Si estas condiciones hubiesen persistido, tal como descritas, en el largo aliento, por selección, se habría tenido que producir una diversificación que debiera haber llevado a la creación, inicialmente, al menos, de dos subtipos diferentes de caballos. Con más tiempo se podrían haber originado dos subrazas y, al final, dos razas. Claro, con origen muy parecido, casi común, pero diferenciadas por la selección, ya sea natural o inducida por el hombre.

La comprobación más evidente del aserto expuesto, es lo que pasa actualmente con el caballo del Perú con respecto al de Chile. Los mismos caballos en sus orígenes, hoy son parecidos en morfología, pero totalmente distintos en sus habilidades. En Perú, y me consta, aún aparecen crías que no son naturalmente ambladoras. Por supuesto que las desechan de la reproducción. En Chile, de cuando en vez, aún aparecen caballos naturalmente ambladores, los que generalmente son menospreciados. Es decir, la vieja genética aún pega sus borbotones en ambos casos. En teoría, aunque muy difusos es cierto, se podrían rescatar esos genes, aún se podría seleccionar caballos chilenos de paso y caballos peruanos para la resería. Claro, tomaría su tiempo el encontrar los progenitores adecuados y otro más, el fijar los caracteres. Pero la selección y el tiempo todo lo pueden.

La verdad, es que todo esto, que pudo ser un argumento para sostener la diferenciación entre el caballo de las pampas y el de los riscales, de haberse mantenido, la historia y el tiempo lo desparpajaron. Lo hicieron ñuco, como dice el viejo Leute. Es más, con la pacificación de las pampas y la dominación de las diversas tribus aborígenes, con la predominancia de la ley sobre las huestes de alzados y rebeldes, el trasvasije de caballos entre un territorio y otro sí ocurrió y en proporción no precisable pero supuestamente importante. Por lo que se podría perfectamente haberse argumentado que la sensible y casi imperceptible diferenciación inicial, en buena parte se había revertido por la facilidad de las comunicaciones, la que permitía que los caballos de un lado pasaran al otro sin grandes dificultades.

Lo que se perdió en la historia es, si pasaron más caballos desde un lado al otro o si fue más o menos parejo el intercambio. Ya que el traspasar la cordillera, en esos tiempos era tan común que simplemente nadie se preocupaba de registrarlo. No existían guardias de frontera ni aduanas, simplemente el que lo necesitaba y era capaz, lo hacía.

Eso sí que hay un pero. El intercambio caballar no fue entre la masa caballar de ambos países. Fue casi circunscrita a dos ámbitos. Principalmente lo fue con las provincias cuyanas, marginalmente con otras provincias contiguas a los Andes hacia el norte y sur de Cuyo y, en el ámbito de los pueblos de la etnias mapuches y sus variantes. Los mapuches, para los cuales el concepto de frontera o límite aún no se hacía carne en su mentalidad, mantuvieron la comunicación ancestral entre hermanos o parientes a ambos lados de la cordillera, arrastrando sus caballos en el proceso.

Pero lo que sí fue muy marginal, fue el intercambio entre el caballo chileno y el caballo pampeano, específicamente el de la pampa húmeda o rioplatense. La distancia era demasiada para que el fluir fuera común o frecuente.

Por lo tanto, aún se mantuvo una cierta independencia en la evolución entre las poblaciones más características de lo que hoy son ambos países. Pero no importa, ya dijimos que el tiempo y la historia desarmaron todo esto.

El porqué es muy simple. Las nacientes nacionalidades hispanoamericanas, a pesar de su nacionalismo emergente, de sus ansias de identidad propia, nunca dejaron de admirar a las civilizaciones del viejo mundo. Querían mandarse solos, pero también, aprovechar los nuevos conocimientos y avances tecnológicos que se originaban en Europa. Tal vez, para lo único que se produjo un cierto rechazo, fue para lo español. Es que el batallar independentista había dejado sus cicatrices en el alma con respecto a quienes habían sido los contrarios. Pero Europa era mucho más grande que España y con el resto de los países, incluso, se habían establecido ciertos nexos de amistad, ya que muchos habían tomado partido por los nacientes países americanos. Así no fuera por puro llevarles la contra a los dominantes españoles, los que, por esos tiempos, habían hecho de la mayor parte del continente europeo algo así como su patio trasero. Todos contra el poderoso, parece haber sido la consigna.

Sin pretender ser antropólogo o sociólogo, ni tampoco historiador, simplemente al común discurrir, me late que los hechos fueron parecidos en el fondo, pero diferentes en la forma a uno y otro lado de los Andes. En Argentina predominó la inmigración inglesa e italiana, en Chile la alemana y francesa. Para lo que nos interesa ésta diferencia da lo mismo. El asunto es que muchos europeos, estrechados en sus lugares de origen por diversas razones, en algún momento percibieron que se les abrían las fronteras y que, los nuevos países, con bastos territorios, ofrecían una oportunidad de esponjarse. Así, llegaron a América dispuestos a vivir mejor y, si fuese posible, a cazar la fortuna. Como decía mi madre, muchos, con una mano por delante y otra por detrás. O como dice on Leute "con el puro equipaje e'l perro".

Pero algo traían oculto. En sus intimidades traían una mayor cultura, especialmente técnica, y mayor capacidad de gestión económica. Así que, instalados inicialmente en lugares medianos o bajos de la trama social, al poco tiempo los mismos recién llegados o su primera generación de criollos americanos, ya estaban escalando en los ámbitos sociales y económicos a una velocidad muy superior a los criollos nativos. En poquito tiempo pasaron a ser actores en todos los ámbitos de sus nuevas patrias, si lo podemos decir así. Por lo corto del tiempo en que pasaron a tener voz cantante en el devenir de los nacientes países, no alcanzaron a olvidar lo que existía en sus patrias de origen. Ya contando con los medios como para hacerlo, empezaron a traer hacia América, todo aquello que en sus tierras natales o ancestrales podía servirles para facilitarles la vida. Entre ello, las más diversas razas de animales domésticos, en los que, en Europa, ya llevaban años de selección para diferentes objetivos.

Por lo tanto, las viejas razas de origen casi exclusivamente hispánico y que se habían acriollado por selección natural más que por la inducida por el hombre, acomodándose a las condiciones de ambiente y manejo propios de aquellos tiempos, empezaron a ser mezcladas o mestizadas con estas razas "superiores" en el concepto de sus importadores. Nunca se debe haber hecho las comparaciones científicas para determinar si realmente eran o no superiores, pero para los inmigrantes, las razas de sus ancestros, simplemente por cultura, tenían que ser mejores que los animalejos que encontraron en sus tierras de adopción.

Cuando comienza este proceso, pitos más flautas menos, por los 1850, simplemente cambia la historia.

Arturo Lavín Acevedo, Cauquenes del Maule, julio del 2011.

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