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Mirenvé... oiga III

Mirenvé... oiga III
Lea la columna de Arturo Lavín.
Autor:

Por Arturo Lavín Acevedo. Envíe sus comentarios a editor@caballoyrodeo.cl

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Versear por embelecos

poirá parecer divertido.

Mesura, yo solo les pido;

apartemos los recovecos,

más nos vale hilar tradición

y no equivocar de montón.

De puro acordarme de los versos de Martín Fierro me anduve poniendo pueta de nuevo. Hacía tiempo que no le hacía a los versos. Es que el "Chico Palacios" hace tiempo que no dice ni "chus ni mus".

Vamos viendo. Desde don Charles Darwin para delante, aunque a muchos aún les cueste creerlo, el hombre tuvo que bajar, con toda su arrogancia de Ser elegido por el Gran Creador a cuestas, por la intrincada escalera de la evolución hasta la primigenia y humilde "primera célula viva". La gracia es que, sin embargo, nadie nos ha quitado todavía, el que somos los únicos capaces de percibir el tiempo. ¡Oiga, esto no lo digo yo! Lo dijo el tío Alberto.

Albert Einstein sostiene, lo acabo de leer reciencito no más, que lo que diferencia al hombre del resto de los animales es, su conciencia del tiempo. Según los que dicen saber, los animales, caballos incluidos, no saben del ayer, hoy y mañana.

Para ser sincero, me queda algo grande. Por lo puro que uno ve no más. Si uno tiene una piara de mancos en un potrero con ya poco pasto y le abre la pasada a uno de rezago un día, por mucho que se punteen hacia el pasto malo en la tarde, al día siguiente fijo que uno los vuelve a encontrar en el bueno. ¡Algo deben recordar! ¿Y si no, como se atraviesan cuando uno le pone la puya por lado de adentro? Aunque se lo haya enseñado varios meses antes. ¿Ah?

A lo mejor la cosa es parecida pero diferente, lástima que el tío Alberto ya es finao, como para haberla discutido un poco más todavía. A lo mejor hay que relativizar esto de la concepción del tiempo. Claro?, el hombre es capaz de tener historia, lo que ya es un buen atado de tiempo, pero una gavillita más que sea, que es harto menos, puede que los caballos la tengan. ¿Por qué si no como entonces?

El problema parece ser otro. Más que el ayer, el pasado, lo que pasó o lo que aprendí. El problema es percibir el concepto de futuro. Por ahí si que no hay discusión, hasta el momento. Un hombre es capaz de barruntar el mañana. Un caballo, en eso si que estoy de acuerdo, del mañana no cacha nada. Por lo tanto, la gran diferencia puede ser que el hombre, sobre la base de la experiencia pasada es capaz de inferir las probabilidades del futuro. Ahora, que le achunte o no, ya es harina de otro costal. El caballo ni siquiera sabe que es un costal.

Sin embargo, como animal social, tiene códigos de comportamiento entre individuos de su mismo tipo, o especie. No sólo es propio de los caballos, si no que de todos los animales sociales o gregarios. En las vacas, o bóvidos propiamente tales, también existen y están ampliamente estudiados. Por lo consiguiente, en los leones, hienas, perros de las praderas, lobos, coyotes y un sinfín de especies. Entre los vertebrados, y más estrechamente entre los mamíferos, hay ciertas diferencias según el tipo de animal. Los carnívoros tienen un patrón de comportamiento, los herbívoros otro. Esto está relacionado a si se es predador o presa. Los predadores tienen comportamiento de agresores, los que son presa de agredidos. Por supuesto que hay algunas especies que son tanto presa como predadores. El hombre, en sus tiempos primitivos era eso. De repente presa y de repente predador.

Estas condiciones básicas de vida determinan el comportamiento, la etología. Aplica en todo grupo de seres vivos, de los considerados superiores. Ejem, u sea dejando de lado a los inferiores; plantas o vegetales, hongos, amebas, protozoos, líquenes y lombrices; caracoles, moluscos, algunos peces y póngale no más, para todos los que no viven en "sociedad", la etología parece que no aplica. Por lo menos hasta donde se sabe, o se cree saber

Cuando un grupo de seres vivos similares, o sea de la misma especie, viven en conjunto "inventan" o adquieren códigos de conducta grupal. Algunos se quedan conformes con estos códigos atávicos e inmanentes, otros, como nos consideramos muy superiores, para quedar conformes inventamos leyes. Unos usan códigos porque les nace, porque les conviene para su supervivencia. Otros vamos un poco más allá. Fuera de los códigos básicos de convivencia, tenemos que inventar otros más sofisticados para poder soportarnos entre nosotros mismos, para no comernos o matarnos unos a otros. Esa es toda la diferencia. El mecanismo biológico es el mismo, la respuesta es diferente. Para decir verdad, diametralmente diferente. Para decirlo en claro, un caballo nunca pretende eliminar a un semejante, aunque a veces suceda por las circunstancias, pero que sea premeditado, eso no está en las normas o códigos de su conducta esencial.

Reconozco que todo esto es harto poco aguasado, pero, que le vamos a hacer. La cosa es así y no hay vuelta.

Partamos entonces del concepto básico. El caballo es una de las especies de herbívoros que son esencialmente presas, por lo que si "quieren" vivir un poco más deben "saber" como poner pies, o patas, en polvorosa. O sea, tienen que saber arrancar del peligro. No lo enfrentan, arrancan. A resultas, son animales esencialmente tímidos de las circunstancias que no manejan o que, no son capaces de manejar. Esto es fundamental que un ser inteligente como el hombre sea capaz de comprender, o de aprehender. Una característica típicamente humana. Por lo menos de los humanos que son capaces de hacerlo, como lo dice Martín Fierro.

Llegamos al punto básico. ¿Cómo miércales se comporta el caballo en su grupo de semejantes? Por supuesto que, algunos observadores, a los que les comía el magín, se propusieron estudiarlo. ¿Cómo lo hicieron? Simplemente dedicándose a observar a los pingos en su estado natural. Mirar que hacían cuando estaban tranquilitos, comportándose como Dios les dijo que tenían que comportarse. Por decir algo. ¡Pero si el hombre es muy inteligente!?, claro? cuando quiere serlo. De ahí se han sacado todos estos códigos, reglas, leyes, o como quieran llamarlos, de la conducta equina. Aquí o en la quebrada del ají. Si un caballo es caballo. siempre se comportará de acuerdo a ciertos códigos de conducta específicos, o sea, de la especie. Tanto así que fueron capaces de enseñarle a Monty Roberts. Casi de no creerlo, ¿o no?

Un aleluya. Actualmente, muchos que se consideran muy reacampaos, están convencidos que un caballo es "mucho más feliz" en una pesebrera, comiendo alfalfa de la más cara, abrigadito con gruesas carpas, herradito, tomando agüita limpiecita, muchas veces con cloro, etc. etc. Esto es la antropologización de los pobres animales. Como sucede con perros y gatos regalones, a los que de perros y gatos ya no les va quedando casi nada. Si hasta se educan para que sean "amiguitos" y se lengüeteen. ¡Cosa nunca vista en antes tiempo!, diría don Leute, un perro es un perro y un gato es un gato. Bueno mis estimados, un caballo debiera ser siempre un caballo, hecho para pastar, aunque sea coirón, para soportar la lluvia y el frío en invierno, el calor, las moscas y tábanos en verano. Lo otro, lo de hacerlos vivir casi como gente son puras ...vadas (Pavadas quise decir por siaca a alguno se le ocurre que me estoy poniendo grosero).

Bueno, echémosle una dentradita a las características fundamentales del comportamiento equino. Para empezar, aunque ya lo hemos dicho, es gregario. Vive en grupos.

Primer problema: Cuando se vive en grupos empiezan los topones. Mientras más apretado el grupo más posibilidades de andarse topando unos con otros. ¿Cómo lo solucionan los caballos? Básicamente de dos maneras.

La primera por el manejo del espacio, la extensión de terreno que domina el grupo, mientras más espacio menos topones entre individuos, más pasto, más agua, más paz dentro del grupo, menos conflictos, más armonía. Por eso cada manada o tropilla demarca "su territorio". Lo hace el potro y a punta de mojones. Por eso las marcas en los caminos se deben llamar mojones también.

La segunda por estratificación social, por el establecimiento de rangos. Una manada de caballos está socialmente ordenada desde el primero, la líder, una yegua vieja y experta, hasta el último matungo despreciado o el potrillo más nuevo. El macho dominante es el "protector" pero no el guía ni el que manda en la manada. Cada uno tiene su lugar en el grupo y ciertas obligaciones de conducta. Si las viola, es generalmente reconvenido, amenazado, pero rara vez castigado, esencialmente porque ante la reconvención o amenaza vuelven inmediatamente atrás, reculan.

Esto es muy interesante. Si han tenido la pacencia para mirar caballos sueltos pastando- (Yo he tenido y tengo la suerte de disfrutarlo por horas montado en la piara, a rienda suelta para que también paste, en el medio del grupo, mientras todos, generalmente yeguas paridas y potrancas, hacen su vida normal como si nadie los estuviera intruseando. Lo único que les llama la atención son los movimientos y el clic de la máquina fotográfica)- se habrán dado cuenta que siempre hay un juego de amenazas. Cuando alguno rompe sus límites, de inmediato algún superior amusga las orejas y amenaza morderlo o patearlo. Esto pasa a cada rato. Pero en todos los días que estado en observación, a lo más he visto llegar a dar un par de tarascones y nunca una patada. Es que son un grupo de conocidos "amigos", no se pueden estar machucando por gusto.

Las agresiones de verdad, ocurren más frecuentemente en dos casos: entre machos; sobre todo entre potros reproductores acostumbrados a estar separados y entre machos jóvenes si se mantienen como grupo aislado de las hembras, aunque si llegan a acostumbrase logran cohabitar con bastante normalidad. También entre caballos extraños entre sí; cuando llega un extraño a la manada cuesta que logre su ubicación en el grupo y que sea finalmente aceptado. He visto yeguas que nunca han sido aceptadas por la manada y habitan solas, alejadas lo que más pueden del resto, aunque estén paridas como las demás. Estas yeguas solitarias, me da la idea, por lo que me ha tocado ver, resultan muchas veces de un problema de vejez, cuando se les acorta la vista. Ya que también he visto lo mismo con yeguas jóvenes que han quedado casi ciegas. Parece que se ponen torpes y, por no ver bien, traspasan sin querer los límites prefijados en el grupo y, a resultas de esto prefieren aislarse para no sufrir castigo.

Tal vez las únicas veces que he visto a caballos "atacando" es a los perros, en los potreros y, generalmente, por yeguas paridas o potrancas (hembras) y en los potrerillos a varios potros (machos) los he visto cargarle a los perros, pero también a los gansos, patos, pavos, pollos y hasta gatos y chanchos que se atrevieron a meterse a su territorio. Me da la idea que esto debe ser una deformación del comportamiento causado por el encierro y aislamiento de los potros.

El caballo es esencialmente un animal pacífico, le encanta la tranquilidad, solo se altera cuando algo le preocupa su existencia o molesta su tranquilidad. Aquí en Chile, en general, podemos decir que el caballo tiene un ambiente de lujo. La única fiera que lo puede sobresaltar sería el puma, y como este casi ya no existe, por lo menos donde se crían la mayoría de los caballos, casi no tendría de que preocuparse. Sin embargo, si tiene que preocuparse de otros dos habitantes del planeta que no siendo fieras sí pueden llegar a ser muy feroces con él. ¿De quienes será? Primero de los perros. Sí, los perros son lo más parecido a una fiera potencialmente peligrosa para el caballo, sobre todo dependiendo de su tamaño y de su carácter. En general, no es buena la presencia de perros durante los procesos iniciales de acercamiento a caballos jóvenes, sin experiencia de contacto tan cercano con un carnívoro de frentón, aunque a pequeña escala. Los atemorizan, se asustan y están pendientes de él o ellos y se desconcentran. Es preferible que no estén. Por lo menos al comienzo.

¿Y de quién más? ¡De nohotros mesmos puh iñor! Pero si hay gallos muy reamarditaos con los pobres pingos, y algunos incluso dan clases de cómo se deben tratar con toda suavidad. Déjelos solos y mírelos sin que se den cuenta. Doble contra sencillo que la tal pacencia, como dice el gaucho Fierro, no es tal, y que el pobre bruto en sus manos, por quítame allá éstas moscas, se va de frisca de lo más seguido.

Hagemos un soponer, como decía don Lucho. Tratemos de ponernos bien caballos e imaginar como veríamos a un hombre desde dentro de un caballo, o desde el punto de vista de un caballo. Esto es actuar con empatía, poniéndose en el lugar del otro para analizar el problema, aunque el otro, en este caso, sea de otra especie y, seguramente, sus procesos mentales, si los tiene, deben ser diferentes o funcionar de manera distinta. No importa, actuemos lo más empáticamente posible, a lo que más nos de el cuero, o más bien el seso.

Ya pus. Somos caballo y estamos pastando en grupo en un ballical que espigando está de chuparse los bigotes, o sea los belfos en este caso. Afirmados en nuestras cuatro extremidades, cogote estirado hacia abajo y cabeza a ras de suelo. Podemos ver hacia el frente un poco, porque nos tapa el mismo pasto y hacia los dos costados, también con cierta dificultad por tener los ojos casi metidos en el pasto. Los caballos tienen los ojos en posición más lateral que los humanos. Esto les permite tener una visión más periférica que la del hombre. Se podría decir que casi pueden ver para los lados y algo para atrás. Bueno, como estamos preocupados comiendo, con la visual algo entorpecida, debemos recurrir y fiarnos para nuestra seguridad en otros sentidos, en este caso el olfato y, fundamentalmente, el oído. Así que mientras pastamos, movemos en redonda las orejas para percibir cualquier asomo de que algún ser extraño se aproxime.

Por eso es que cuando los caballos están pastando, por muy tranquilos y entusiasmados que estén en ello, cada tanto, generalmente al dar algún paso para avanzar, echan un levantadita de cabeza y vuelven el cuello para mirar hacia los lados. Especialmente las líderes. Tienen que estar al cateo de la laucha, o más bien del carnívoro. Si alguno llega a resoplar, la estampida es inmediata.

Por eso es difícil que una manada, incluso de las actuales, de caballos mansos, si están en un potrero grande, sobre todo con matorrales o monte, dejen que uno o varios hombres se les acerquen. Como los ven de lejos, ligerito se corren, como dicen en el campo. Cada corrida es como de entre dos y tres cuadras, entre 300 y 400 metros. Ahí se paran a mirar de que se trataba lo que los asustó, recién, una vez seguros que la distancia los protege.

Claro, si se acerca un engendro, que primero tiene dos puras patas, que normalmente se le va encima en línea recta (Esto es muy importante, porque el carnívoro siempre los ataca en línea recta, una cuchará - la carrera- y a la presa al tiro) y, más encima los viene mirando con dos ojos puestos muy al centro de la cara, como todos los felinos carniceros que se los comen si los pillan, lo único inteligente es, primero arrancar y, después, comprobar de que se trataba, si era realmente un peligro o no.

Esto fue lo que cacharon los indios, que lo primero para acercárseles a los caballos, es que había que hacerlo según lo recomendado por Coco Legrand, haciéndose siempre el ...ón. Nada de ir directo, siempre como haciendo otra cosa, como si nuestro interés no estuviera puesto en ellos. Siempre de  ...ones. Igual que en la casa si no se quiere tener problemas. ¡Según el Coco!

No muy académica la receta, pero sí es bastante sabia y efectiva. Ya seguimos.

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