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La Cruz del Caballo: La Marca de Dios

La Cruz del Caballo: La Marca de Dios
Todos los que disfrutamos del privilegio del trato cotidiano con el caballo hemos llegado a tomar conciencia de la importancia de esa región del exterior de su cuerpo denominada 'cruz'. Este artículo, escrito originalmente en 1977 por Alberto Marín Labian
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Por Alberto Marin Labiano, Ingeniero Agrónomo. Fuente: Anuario Rodeo y Criadores 1977. 

 Es frecuente en las exposiciones de caballos apreciar al jurado levantar el gatillo del caballo y posar su mano sobre la cruz. Allí, en esa región, sobre la línea superior del tronco del animal, por encima de las paletas y comprendida entre el cue­llo y el dorso, está la cruz, cuya base ósea los veterinarios describen como las apófisis espinosas de las primeras vértebras dorsales.

 Desde la segunda hasta la séptima vértebra dorsal, éstas apófisis espinosas alcanzan su máximo desarrollo con lo cual ofrecen una firme zona de inserción a numerosos músculos, importantísimos por la función que desempeñan­. Son los encargados de administrar los movimientos del cuello y la cabeza en todos los sentidos, tanto vertical como lateralmente, regulando por ese medio los deslizamientos del centro de gravedad­ indispensables para el correcto equilibrio. Esos músculos proporcionan a la paleta y al brazo sus movimientos de oscilación y de impulsión y determinan, por lo tanto, la amplitud y elevación de los andares en el tren anterior.

 Los músculos ileoespinales, que recorren la línea dorsal, uniendo de cada lado la punta de la cadera con la cruz y la primera costilla desempeñan un papel principal en la locomoción, especialmente en el galope y el salto, donde flexiona la espina dorsal.

 El más importante ligamento del cuerpo del caballo, esto es, el ligamento cervical, reconoce la parte superior del cuello hasta la nuca y, fuertemente insertado en todas las vértebras cervicales, actúa como un tensor que apoya sobre la cruz el peso de la cabeza y el cuello en su posici6n normal.

 Al tener en cuenta que todas estas funciones se suman en pro de la elegancia y el rendimiento de los  andares, advertimos claramente que el desarrollo de la cruz o, lo que es lo mismo, de las apófisis espinosas de las vértebras dorsales ya mencionadas, ofrece un sólido punto de apoyo a los músculos, cuya fuerza será proporcional a la altura y extensión de la región.

 Por eso es que en un galopador la cruz prominente­ y extendida hacia atrás se considera condición primordial de belleza, porque revela agilidad de los miem­bros anteriores y extensión de la brazada, amplia flexibi­lidad en el cuello y buen equilibrio, cabeza llevada alta y sin esfuerzo, lo que indica suavidad en el manejo (blando de boca); longitud de la escápula (paleta) y el tórax profundo de sección ojival, con amplia capacidad pulmonar.

 La cruz destacada nos índica, por lo tanto, al caballo ágil y guapo y no es de manera alguna inconve­niente para ensillarlo, siempre que sea larga (30 cm. En un caballo de 1.42 m. de alzada) y se prolongue suave­mente hacia atrás, manteniéndose cubierta por los abundantes­ músculos que allí se encuentran. La buena cruz mantiene la montura, y por consiguiente, el peso del jinete, en el lugar más conveniente para el caballo; al hablar de montura, no está de más volver a recordar que es esta la que debe acomodarse a la anatomía del caballo y no pretender­, como sucede a veces, la adaptación inversa.

 No solamente los caballos tienen cruz. Todos los mamíferos de las grandes especies domésticas ‑asno, vaca, oveja, cerdo, etc.‑ poseen el mismo mecanismo óseo muscular, pero en todos ellos la región de la cruz no se destaca, ni siquiera es aparente, por cuanto se con­funde con la línea dorsal. Cabeza pesada, cuello corto y horizontal, paleta poco inclinada y abdomen voluminoso, acompañan en estas especies a la pobreza de cruz, restándoles capacidad para los andares rápidos y sosteni­dos limitando su agilidad. Todos estos animales galopan rara vez y cuando lo hacen, mantienen su espina dorsal rígida y se impulsan mediante la elevación de la grupa y del tren posterior (caballos incómodos y golpeadores).

En menor proporción se reproducen estas características en los caballos de razas de tiro pesado, los lla­mados 'a intensidad de contracción' que, comparados con los buenos galopadores, muestran siempre una cruz chata, amplia y poco extendida, propia de su aptitud, donde la fuerza ha postergado a la agilidad.

Para la correcta apreciación de la cruz del caballo debe tenerse en cuenta que en los machos es siempre más desarrollada que en las hembras y que su desarrollo continúa hasta la edad de cinco años y a veces más, es decir, hasta que se completa la osificación del sujeto. Por supuesto, el estado de gordura influye notablemente en la apariencia de la cruz.

Las características anatómicas de esta región la han consagrado universalmente como tope para medir la alzada del caballo. En caso de existir alguna duda sobre el sitio preciso de la cruz que debe tomarse como referencia, basta con observar al caballo en actitud de comer o beber en el suelo: en esas circunstancias resulta fácil ubicar el lugar donde empieza a descender el cuello e inmediatamente atrás se encontrará el punto exacto para medir la alzada.

Resulta curioso que para denominar a esta región se haya adoptado en castellano la palabra 'cruz'. La misma región se llama en inglés 'Withers' y no cross, y en francés 'garrot' y no crois, que son respecti­vamente los términos que corresponderían a una traduc­ción literal.

El profundo sentimiento religioso del pueblo español aportó a la hipología antigua algunas leyendas vinculadas con nuestra religión cristiana. Una de ellas refiere a que Herodes, rey de Judea, sabedor del nacimiento del Mesías, ordenó la ejecución de todos los niños menores de dos años, para concluir así con la existencia de Jesús.

Un ángel avisó de este peligro a la Sagrada Familia, la que emprendió la huida a Egipto conducida por José que con una mano empuñaba su cayado y con la otra llevaba de tiro a un burro en el que montaba la Virgen Maria con su Niño en brazos. Y así fue como, después de ese viaje, el Señor quiso ennoblecer al humilde burro, estampando sobre su piel el signo de la cruz.

Efectivamente, todos los asnos, y con mayor evidencia los de pelaje claro, presentan una marca oscura  longitudinal que se extiende por la línea superior del cuerpo, desde gatillo hasta la cola, y que, entre el cuello y el dorso, está cortada por otra línea oscura transversal que desciende hacia los lados por ambas  paletas. La piel de un burro, extendida, presenta claramente dibujado el signo sagrado del cristianismo, que.

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