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Anuario de 1977: Romance del que se quedó a pie

Anuario de 1977: Romance del que se quedó a pie
Revisa este hermoso poema de Andrés Rivanera.

El hermoso poema "Romance del que se quedó a pie", de Andrés Rivanera, fue publicado en el Anuario de 1977 de la Asociación de Criadores de Caballares y de la Federación del Rodeo Chileno.

Revisa la transcripción del texto:

Porque cortaste el cabestro

porque saltaste las trancas

y arrancaste, galopando,

por potreros de distancia;

porque me dejaste a pie,

solo y lejos de las casas,

y en carrera con el viento

vas donde te da la gana;

porque no sientes mi peso,

ni el clavo de mis rodajas,

ni el rebenque de mi mano

sacando roncha en tus ancas;

porque, sin freno ni rienda,

libre de manea y jáquima,

puedes revolcarte a gusto.

Te crees suelta como el agua;

cual si volviese a andar suelta

la que una vez fue ensillada,

cual si la que dio la oreja,

fuese otra vez a pararla;

cual si pudiese la yegua

volver a hacerse potranca.

 

Por mi, bien puedes correr

donde el capricho te llame.

No he de ser yo quien te busque,

aunque buena falta me hagas;

(Que el que se hace a una montura,

así nomás no la cambia).

No te he de ir a reclamar,

aunque en malas manos caigas;

ni he de seguirte la pista,

y aunque un día te encontrara

aunque te hicieras la renga

y solita te allegaras,

estirándome el cogote,

ni armaría la lazada.

 

Que nada quiero a la fuerza,

aunque me coman las ganas.

Lo que me dan, por las buenas

ha de ser, y si no, ¡ni agua!

La que me busca, me encuentra;

la que la hace, la paga;

y la que me arranca, vuelve

cuando ya no me hace falta.

 

¡Galopa tú! Mientras tanto

yo sigo a pie mi jornada;

que, aunque logres desmontarme

con silla y todo de tu alma,

y aunque encuentres otro dueño

que se acomode a tus mañas,

no podrás librarte nunca

del escozor de mi marca,

marca de sangre y de fuego,

marca de besos y lágrimas,

que te puse aquella noche,

en rodeo de madrugada,

cuando, laceada potranca,

te solté yegua baqueana.

 

Por eso es que no me apuro;

porque sé que a la distancia,

seguiré siendo tu dueño,

en las buenas y en las malas,

porque, quieras o no quieras

y aunque corcovees de rabia,

tendrás que morir llevando

mi marca impresa en tu anca.

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