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Anuario de 1971: Los pioneros de Coyhaique

Anuario de 1971: Los pioneros de Coyhaique
Revisa este artículo publicado en la Revista de la Asociación de Criadores de Caballares y de la Federación del Rodeo Chileno.

El Anuario de 1971 de la Asociación de Criadores de Caballares y de la Federación del Rodeo Chileno, incluyó este notable artículo titulado "Los pioneros de Coyhaique".

Revisa la transcripción de la nota, acompañada de numerosas fotos.

Coyhaique no pide, ofrece… Gracias en nombre de Chile

"Tropilla de cariblancos,

bajando pa' Puerto Aisén

sobre las bestias hay nieve

sobre los ponchos también…"

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¿Cuántos años han transcurrido desde que el General del Aire, Diego Barros Ortiz, escribió la letra de esa famosa canción que es "Bajando pa' Puerto Aisén"? Tantos que ya no sabemos cuántos. Tantos que la música de Jorge Bernales es parte del repertorio eterno de la canción chilena. Une un descubrimiento al recuerdo del célebre conjunto criollo de los "Cuatro Huasos". Un descubrimiento porque esa tropilla de cariblancos hizo que los chilenos siguiéramos la ruta de la Cruz del Sur y advirtiéramos atónitos que allá lejos donde la niebla corta el horizonte, chile poseía un vasto y riquísimo territorio.

¿Cuántos chilenos conocen Coyhaique? En verdad deben ser muy pocos. Miles de veces menos de los que conocen Buenos Aires e incluso Europa. Y seguramente habrá muchos que desconocen de tal manera lo que nos es propio, que al leer o escuchar noticias sobre la erupción del volcán Hudson, imaginan que el torrente de lava corre en suelo extranjero, que el nombre así pareciera determinarlo.

Gracias, compañeros de Coyhaique. ¡Y sigan adelante!

Gracias, porque los que vivimos en la ciudad les estamos en deuda. La deuda del desconocimiento de la obra fabulosa que han realizado. Aquí nos guarecemos unos minutos mientras la lluvia pasa y luego después todo sigue igual. El cemento escurre el agua. ¡Qué distinto es allí! Allí donde el agua cae como cascadas e inunda ciudad, valle, corta caminos, arrasa puentes y provoca desolación. Aquí uno o dos grados bajo cero y se entumece hasta el ánimo. Allá la vida activa jamás se detiene aunque el largo invierno trate de detenerla atrapada bajo un manto de hielo.

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Arrieros del futuro. Ustedes son arrieros del esfuerzo, de ese cabalgar silencioso que tan bien describe Oscar Vila y que transcribimos unas líneas más adelante. Acá también arreamos. Pocas veces piños de grandes iniciativas. Generalmente estampidas de violencia, crítica destructiva, todo lo que desune.

Y arreamos con Oscar Vila. "A la partida, ya sea al norte o el sur, son ríos, selvas y montañas. Luego se extiende la vastedad de la pampa. Única compañía del hombre son el caballo y el perro. Todo es silencio. El mismo ovejero no habla, silba. Silba para olvidar la soledad y silba para dirigir al perro en sus faenas.

El paso del caballo es ágil, armonioso, y su lenguaje, tal vez con respeto al mutismo del ovejero no se expresa en relinchos, sino en nerviosos movimientos de cabeza. El perro conoce al amo y sus silbidos. Son de tonalidades diferentes. El sabe cuando tiene que servir de avanzada en el cruce de un río o cuando debe correr tras la ovejas que se desvían de la senda".

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Sentir como llegan los instantes supremos desde las lejanías anchas del porvenir

Esos hombre de Aisén, aunque no lo sean por la sangre, son por el espíritu y por los hechos, descendientes directos de Vicente Pérez Rosales. Tienen ancestros de pioneros. Por eso desde esas lejanías anchas e inconmesurables, el viento sur viene saturado de ejemplo. Trae como una sordina el eco de esa canción tan de moda: ¡Caminante no hay camino… se hace camino al andar! Y es verdad. Es el eco de una gran verdad. Los hombres de esa región hicieron camino al franquear por donde no había más senderos que los dejados por zorros y pumas. Y lo hicieron al derribar abrojos y transformar esos campos en fértiles pastizales o fecundos trigales.

Los pioneros no abren camino por decreto Lo abren a impulsos de una búsqueda que surge como ansiedad; lo abren sin pensar en sacrificio, ni aniquilarse anímicamente por la grandiosidad del silencio. Son pioneros porque fueron a hacer donde no había nada. Ser pionero es una mística de fe en el porvenir.

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Medialuna esculpida por el buril del tesón

Bandera tricolor entre cerros coronados de nieve. Símbolo tácito de que Chile está presente. Resguardo de la soberanía nacional.

¡Corren… Chile Chico y Puerto Cisne! El rodeo cristaliza un sueño. Hace algunos años lo que hoy es realidad, se habría estimado como un sueño más. Y, sin embargo, ese sueño se convirtió en realidad tangible, palpable, indestructible.

Abrieron otro camino al andar. Al enancharse la huella, el basto y el chiripá, se batieron en retirada. Y por ella la chilenidad avanzó vestida de huaso, con la manta al hombro, sobre una chaquetilla corta. Y el avance se anunciaba con clarinadas de espuelas. Y el gran señor de nuestros campos, el caballo chileno, de poca alzada, pero ágil, fuerte, inteligente pasaba a reinar donde antes lo hiciera el mestizo de gran alzada y andar cansino. ¿Por qué no iba a reinar en Aisén ese manquito maravilloso que cruzó el desierto y trepó airoso las altas sierras?

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Coyhaique vivió su gran rodeo, ése que estaba esperando desde hace rato. La fiesta que se había siempre imaginado, pero que parecía un objetivo inalcanzable.

Compartimos la gran fiesta. La gran fiesta que se festejaba por haber llegado. Estuvieron en representación de la Federación Carlos Lira, Fernando Errázuriz y Gustavo Letelier. Estuvieron y verificaron que el alma del huaso es exactamente igual en Vallenar, Rancagua y Coyhaique. Cordialidad a destajo. Amistad a torrentes. Y volvieron impresionados por lo que estimaron era una fiesta en bien del rodeo, superior a toda ponderación. Y volvieron aprisionado como un tesoro en sus retinas la policromía de un paisaje, que se siente, pero que resulta imposible de describir.

¿Quién ganó? Chile y el rodeo.

¿Algo más? Sí, estas fotos que en grado mínimo son testimonio de tres días incomparables.

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