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Criadero El Retoño, la herencia que le brindó don Máximo Garcés a sus nietos

Criadero El Retoño, la herencia que le brindó don Máximo Garcés a sus nietos
Este destacado ex criador representó a la Asociación Bío Bío en el Anuario de los Criadores de 2016.

- Reportaje recopilado de la sección de las Asociaciones del Anuario de la Federación Criadores de Caballos Raza Chilena de 2016.

Ya retirado de la crianza y de los rodeos, don Máximo Garcés tiene mucho para contar. No por nada, fundó en 1957 el Criadero El Retoño, obra que hasta hoy perdura gracias al legado que este eximio jinete dejó en sus nietos, Alvaro y Patricio Almendras Garcés.

Fue don Máximo quien escarbó en sus re-cuerdos para contarnos como fue dando vida a El Retoño. "Yo fundé el criadero en 1957 cuando compré una yegua en la feria, la Candelaria Falta, que se suponía venía cubierta, pero no era así, así es que yo la cubrí con el Curiche Rigor, de don Estanislao Anguita, y ahí nació la Vivaracha, que es la primera yegua madre de mi criadero", cuenta Garcés.

"Ahí comencé de a poquito a reproducir a la Vivaracha, que era una yegua muy linda. A donde yo la sacara era Sello de Raza, era muy bonita, y además era muy buena en los rodeos. Tenía una muy buena postura, era rápida y muy golpeadora, y de hecho varias personas me la quisieron comprar, pero yo me la quedé", añade.

Y fue esa yegua la que le brindó variadas alegrías y la que prácticamente alimentó la crianza de El Retoño.

"La mayoría de los caballos que llegué a inscribir eran hijos o hijas de la Vivaracha, y también llegué inscribir nietos de esa yegua, que la crucé por ejemplo con el Andrajo II, que era hijo del Andrajo, y todos los descendientes de esta yegua heredaron sus características: eran de mucho sello y muy hábiles en la medialuna, de mucha velocidad y vaqueros", comenta.

Justamente uno de sus hijos es uno de sus favoritos, el Picante. "Yo llegué cinco o seis años al Nacional. Corría con un buen amigo mío, don Mario Muñoz, nos ganamos un rodeo en Talca, y en ese tiempo, en la década del 60 me pagaban por dos millones de pesos por mi potro, el Picante, y no lo quise vender porque yo siempre premiaba en ese caballo, así es me lo quedé y es uno de los regalones, porque era hijo de la Vivaracha. Y ese caballo, al igual que la mamá, se peleaba los sellos de raza de los rodeos con los más destacados criaderos", contó.

Eso sí, por su edad, don Máximo dejó las labores de la crianza para heredársela a sus nietos, aunque reconocer que anda con ellos para todos lados."Yo dejé de criar y le regalé esto a mis nietos, Patricio y Alvaro Almendras Garcés. Ellos son muy empeñosos y les gusta mucho, aunque siempre ando acompañándolos para arriba y para abajo. Me consultan a mí, pero ellos son los que toman las decisiones y están bien avanzados en el tema, reproduciendo yeguas y corriendo", dice con orgullo, aunque critica cómo se da la crianza de los caballos corraleros en la actualidad.

"A mí me gustaban los caballos bonitos y buenos, y bien trabajados, porque ahora los caballos salen muy nuevos a correr, con poco trabajo y los revientan, les hacen mucho daño. Hay poco arreglador, y aguantan poco, porque no los saben cuidar. Nosotros recién los sacábamos a los ocho años, ahora ya a los cinco años los están corriendo y los terminan fundiendo", completa.

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