- Reportaje recopilado de la sección de las Asociaciones del Anuario de la Federación Criadores de Caballos Raza Chilena de 2019.

José Antonio Rodríguez es un apasionado del Caballo Chileno y lo demuestra al conversar sobre el Criadero El Tata, plantel que comenzó hace unos 25  años en honor a su abuelo Ricardo Rodríguez y que hoy lo tiene muy entusiasmado dado que ese cariño logró impregnárselo a sus cuatro hijos: Trinidad, José Antonio, Agustín y Joaquín.

"Ya son 25 años desde que inscribí mi primer caballo, y se llama así porque mi abuelo, don Ricardo Rodríguez, era fanático de los caballos, en su caso de los hípicos, y ahí me nació a mí el amor por los caballos, así es que cuando pude, cuando salí de la universidad, lo primero que hice fue comprarme un Caballo Chileno, y ahí empezó la crianza, quizás de manera un poco intermitente, pero intentando todos los años siempre tener una cría para inscribir. Me las he ido ingeniando, porque somos un criadero chico, pero muy apasionado", cuenta Rodríguez.

"Hay gente que piensa que es una locura, porque hay que invertir dinero, ponerle nombre a los caballos, pero lo bonito es que se ha transformado en un tema bien familiar, con todos mis niños involucrados, así es que ha sido muy interesante, muy entretenido y esto de la crianza lo estamos combinando con el rodeo, porque ya están saliendo algunos caballitos para correr algo, así es  que  nos  hemos  ido  armando  de  a  poco", añade.

Rodríguez narra que partió "hace muchos años atrás con unas yeguas del Esquinazo, pero últimamente he estado reproduciendo al Estribillo Farsante, un hijo del Fichero en la Tejedora, que es una madre Trago Largo, y es un potro que Pedro Santa María se lo regaló a mi hermano, y por esas cosas de la vida lo he ocupado de reproductor, y ahora acabo de incorporar una hija del Candil, y otra por la cual llegó al Esquinazo II, y por ahí me he ido armando de a poco para sacar una o dos crías al año, y lo interesante es que yo los preparó, yo los amanso con doma racional, yo las ensillo, y ahora estoy empezando a correrlas".

"Tengo la suerte de vivir en el campo, así es a los potrillos los veo nacer, y los sigo todas las mañanas. Es un sacrificio, pero a la vez no lo es, porque me encanta, y ahora ya me están ayudando los niños", añade Rodríguez, quien reconoce que la morfología se ha ido transformando en un tema importante para él.

"Para ser honesto, comencé el criadero con la idea de tener caballos que se  acomodarán a mí, a mi forma de correr, pero con el tiempo me ha ido picando el bichito de sacar morfología, y en 2017 me gané la categoría potros en la Expo O’Higgins con el Cajarito, que se llama así porque todos mis caballos tienen nombres o sobrenombres de mis parientes en función de alguna característica que tengan, y tengo un tío que le dicen así. La idea es seguir en el tema de la morfología, pero sin perder funcionalidad. Aún estoy acumulando y cada generación espero poderla trabajar para tener una  collera por año para correr con mis niños", completa.

"Yo crío y he seguido criando, porque la pasión que tengo se hereda y la idea es tenerle una parejita a cada niño, para después quizás tenerle caballos a los nietos. Ya son 25 años y ojalá lleguemos a los 50 años con el Criadero", finaliza.