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Rebuscando la punta'e l'ebra XIII

Rebuscando la punta'e l'ebra XIII
Revise la columna de opinión de Arturo Lavín.
Autor:

Por Arturo Lavín Acevedo alacolemu@hotmail.com

Valdivia, asentado en el nuevo fuerte de Penco al que, pomposamente, ya había bautizado como la ciudad de La Concepción, hizo 48 encomenderos y se dedico a explorar las tierras aledañas. Dejando ahí a cincuenta hombres, veinte de caballería y treinta arcabuceros al mando de Diego de Oro. Claro que esto de aledañas era bajo otra concepción de la que hoy tenemos, porque a Alderete lo mandó a ver que había hasta que: … "se topase con la cordillera…", o sea una completa atravesadita de Chile, desde mar a cordillera. ¿Cuántos seríamos capaces de hacerla hoy día?

Ahora, a este respecto y, de acuerdo con don Domínguez, para botón de muestra del arrojo de esos españoles, precursores genética y conceptualmente del guaso, veamos un caso tal como lo cita Bibar: “Casi atónitos y, como no hallábamos vado para pasar el río por causa de ser hondable, andando Diego de Higueras que era caudillo de cierta gente, y llegado a la orilla del río y viendo que ningún soldado osaba pasar, se puso en delantera, diciendo a los soldados muy airado y echando un “pese a tal!” que le siguiesen. Dio el caballo y, como el río era hondable, el caballo le despidió de sí y salió de la otra parte y él nunca apareció muerto ni vivo, aunque estuvimos tres días buscándole por ver si el agua le echaba fuera.” En esta parte se demuestra que don Gerónimo fue testigo presencial de algunos de los hechos que relata.

Más adelante, Valdivia había retrocedido río arriba, mientras los indios lo acosaban permanentemente, defendiéndose con el río de por medio. “Viendo el gobernador este negocio de esta suerte, acordó pasar a ellos que no nos dejaban reposar. Salió el gobernador a ellos con cuarenta de a caballo y se echó a nado en el río. Fue Dios servido que pasamos a la otra banda sin riesgo, puesto que era muy hondo y tan ancho como tiro de ballesta. Pasados y salidos a lo llano a do los indios estaban, dimos en ellos.” Además, nos va quedando claro que don Gerónimo era jinete.

Para resumir, digamos que Valdivia, que había partido desde Concepción a mediados de febrero de 1551 con setenta soldados, veinte de caballería y cincuenta arcabuceros. Antes de salir, hizo rodear la ciudad con una muralla de cuatro estados de alto y vara y media de espesor. En el camino se junto con quienes había mandado a explorar más adelante, Pedro de Villagra y Gerónimo de Alderete, que contaban con cien jinetes.

Encontró tan aparente el lugar que se decidió a fundar la cuarta ciudad de españoles en Chile. Así, a las riberas del Cautín y cerca de la confluencia con el río Damas, fundo la ciudad de La Imperial. Tengo entendido que esto sucedió donde hoy está el pueblo de Carahue, ya que la Imperial se traslado posteriormente a su destrucción en el gran alzamiento, más hacia el interior, donde hoy está Nueva Imperial. También digamos que, Valdivia tuvo antes de su muerte la idea que ahí se gestaría la verdadera ciudad capital del reino. Es por eso que la bautizó como La Imperial, en honor al Emperador y al Gran Imperio Español, al que él servía. Tal vez, no estaría mal cumplir el deseo del fundador, así, Santiago dejaría de ser el tragador permanente del resto de Chile.

Otra muestra de arrojo. Cuando los indios percibieron los preparativos de los españoles para asentarse en el lugar, comenzaron francamente a hostigarlos en forma permanente. “El gobernador se puso en la orilla del río y de allí les hablaba. Viendo que no aprovechaba, mandó se embarcaran en unas canoas ciertos españoles y se acercasen a la otra orilla y que, sin desembarcar, les tirasen con los arcabuces. Idos los españoles en las canoas, saltaron en una isla que cerca de los indios estaba. Visto por los indios que los españoles estaban en tierra, se embarcaron en sus canoas y saltaron en una isla, y pelearon los españoles de manera que les daban qué entender. Viendo un soldado, que se decía Alonso Sánchez, en la necesidad en que estaban aquellos españoles y que no había quien los socorriese, hirió a su caballo y entró en el río. Fue a nado hasta la isla y, viendo los indios al caballo, se tornaron a embarcar y se pasaron a la otra banda.” Eso se llama agallas, del jinete y del caballo. Además, nos deja en claro el respeto o miedo que los mancos producían en los naturales.

Decidió Valdivia volverse a invernar a Concepción con veinte de a caballo, dejando a todos los demás en La Imperial. Repartió todos los caciques comarcanos entre los pobladores, los hizo encomenderos, los que fueron setenta y tres. Llegó a Concepción el 17 de abril. Estando en sus menesteres, llegó Diego Maldonado con dos de a caballo, los que eran enviados por Francisco de Villagra, que venía de vuelta del Perú, “…el que venía de la otra parte de la cordillera nevada, el cual enviaba a avisar de su venida, y que estaba en las provincias de Cuyo que es a las espaldas de la ciudad de Santiago, y que tenía ciento y ochenta  hombres y cuatrocientas cabalgaduras, y que allí esperaba la respuesta de lo que le enviase a mandar. El capitán Diego Maldonado fue del gobernador muy bien recibido por haber hecho aquel servicio a su magestad en pasar con ocho de a caballo la cordillera nevada y tan ásperas sierras y fragosos caminos.

Vamos cachando, desde Cuyo a Concepción se mandaba un propio con un recado y mandatado a esperar respuesta para volver a informar. ¡Vaya de un galopito iñor y güelta sobre la misma! Cuantas veces escuché al capataz mandar a alguno a dar un racado a otro potrero o las casas. Pero, p’a media hora a lo más. Estos gallos di’antes tiempo, puchas, eran encargos pa’su mes o más. Tienen que haber sido todos “culo e’fierro”.

Según don Francisco Antonio Encina, los caballos que traía Villagra no todos eran para la montura, porque traían, 320 yeguas de vientre. Un arreíto de 400 caballos. Claro que con 180 arreadores.

Aquí vamos a tener que detenernos por varios motivos. El primero es sacar bien las cuentas de la capacidad de sufrimiento o sacrificio, desde el punto de vista actual, de esos hombres. Porque para que vayan supiendo, como decían algunos viejos que alcancé a conocer antes tiempo, al amigo Diego Maldonado, el gobernador le dio ocho días de descanso y lo endilgó de vuelta con la respuesta. “… y habiendo descansado ocho días, despachó al capitán Diego Maldonado. Le mandó volviese a donde estaba el capitán Francisco de Villagrán, y que si pudiese pasar a donde él estaba, y si no, que en todas maneras trabajase con indios de Aconcagua que acostumbran pasar y procurase de envialle aquellos despachos. En las cartas envió el gobernador a avisar al capitán que se estuviese asitiado con su campo en donde más seguro pudiese estar, y que mandase recoger de la comarca más cercana todo el bastimento que pudiese, y no pasen hasta diciembre, que es tiempo que más seguro se puede pasar la nieve.”

Segundo. Que ya se había logrado la sumisión de algunos naturales, los que, incluso, estaban dispuestos a ayudar a los españoles en empresas asaz dificultosas, como pasar la cordillera a pié en tiempo no muy apropiado para cualquier cristiano común y corriente. Esto lo deja claro Bibar al decir: “Cuando llegó el capitán Diego Maldonado a Aconcagua, le dijeron los indios que había mucha nieve en la cordillera, pero no estante esto, que ellos pasarían las cartas y se las darían al capitán Francisco de Villagrán. Viendo el capitán Diego Maldonado la diligencia que aquellos indios ponían en llevar las cartas, se las dio y las llevaron.”

Tercero. Es la primera vez que pasaran caballos desde Cuyo a lo que hoy es Chile. Pero, no eran originarios de ahí, venían, al igual que casi todos los que ya habían llegado, desde Charcas. Precisemos que esta pasada de Villagra por el otro lado, fue concebida por Valdivia desde el inicio, para incorporar ese territorio a la Capitanía de Chile, ya que había recibido provisiones para conquistar una Nueva Extremadura de cien leguas de ancho “desde la mar del sur”. Es decir, desde las playas del océano Pacífico. Esto significa que ni siquiera provenían, o pasaban, por otro virreinato, si no que por diferentes provincias del mismo.

Cuarto. Así como dijimos que una cosa fue la fundación de la capital, Santiago, y otra, propiamente la del país, la que como punto de inicio tuvo la pacificación del territorio entre el Aconcagua y el Maule, así también aquí, en este punto de la historia, está por comenzar, verdaderamente, el desarrollo de la especie caballar en lo que hoy es nuestro país. Es cierto que ya hacía algunos años, pelito más de diez, que habían empezado a llegar potros y yeguas, los que deben haber originados los primeros equinos nacidos en el territorio, pero la crianza con una base de número sustentable y apreciable, se inicia con la llegada de esta tropa de yeguas madres. El capitán Francisco de Villagra fue el que las trajo por el otro lado de la cordillera nevada.

A este respecto, no resisto en copiar textualmente el como Bibar describe la entrada de la primera piara base de yeguas madres de lo que vendría a derivar en la formación de la raza caballar chilena.

Capitulo CVI que trata de cómo pasó la cordillera Francisco de Villagrán (Villagra).

“Despachado Diego Maldonado, envió el gobernador a mandar a Rodrigo de Quiroga, su teniente, que toda la más comida que pudiese llevase al valle de Aconcagua y la pusiese al pié de la cordillera. Los indios que Diego Maldonado envió con las cartas le toparon ya que estaba ocho o nueve leguas en la cordillera. Recibidas las cartas por el capitán Francisco de Villagrán, vio por ellas como le enviaba el gobernador a decir que pasase a donde estaba. Luego despachó a aquellos indios volviesen donde estaba el capitán Maldonado, y con ellos envió a un yanacona suyo para que le proveyese de alguna comida porque traían muy gran necesidad, que había tres días que se les había acabado. Tardó este yanacona en volver con la comida dos días y dos noches, y topó a Francisco de Villagrán en medio de la cordillera. Mandó que aquella comida la pasasen a los de la rezaga que traían más necesidad. Tornó este yanacona e hizo otro camino que fue harto alivio para los españoles, y ansí pasó la cordillera sin perder más de dos esclavos y dos caballos. Fue Dios servido hacelles buen tiempo, porque pocas veces la suele hacer sino es en los tres meses que tengo dicho porque, en el tiempo que él pasó, suele caer mucha nieve y hacer grandes fríos.”

“Llegados al valle de Aconcagua donde estaba el capitán Maldonado y otros españoles con él, fueron recibidos y restaurados de las necesidades que traían de comida. Luego el capitán Villagrán despachó al gobernador, haciéndole saber de cómo había pasado la cordillera a quince de septiembre. Llegaron las cartas al gobernador en fin de este mes a la ciudad de La Concepción. Luego tornó a responder que, reformada la gente y caballos, se viniese su poco a poco adonde él estuviese.”

Así que ya sabemos que, el 15 de septiembre de mil quinientos y cincuenta y un años de nuestra salud, entró por primera vez un número suficiente de yeguas madres como para que la producción de crías fuese más o menos suficiente como para reemplazar las pérdidas que iban ocurriendo durante la conquista. La verdad es que después, en el intento de domeñar a los mapuches en su mismo territorio, el nivel de pérdidas subió como para provocar la escasez de caballos de montura y hubieron de llegar nuevas dotaciones. Pero de que ya estaba asentada la base de la raza, lo estaba. Cuanto pagaría porque hubiese habido algún buen dibujante o pintor que hubiese sido capaz de dejar un testimonio, aunque fuese aproximado, de cómo eran esas yeguas. Como nos habría servido para establecer el tipo primigenio de nuestros caballos chilenos. Pero, el tiempo no estaba para esos menesteres, ni el horno para bollos.

Lo que podemos sí hacer, es sacar algunas cuentas aproximadas. En 1551, a diez años desde la fundación de Santiago del Nuevo Extremo, es decir, del asentamiento de las huestes castellanas en el territorio de la Capitanía General de Chile, podemos resumir que, no más de unos 500 españoles, más o menos, eran los que la intentaban y que, de su principal herramienta de conquista, el caballo, no habían ingresado mucho más que unos 1.000 a 1.200 ejemplares, de los que ya se había perdido un buen número de ellos y que, de todos esos, no más de 500 eran yeguas de cría. Tal vez se puedan afinar estas cuentas, pero no es lo primordial en este caso.

Valdivia siguió conquistando y fundando aprovechando la llegada de más españoles, pero, sin aquilatar el verdadero potencial de respuesta de los mapuches, siguió desparramando sus fuerzas. Así, el nueve de febrero de 1552 fundó la quinta ciudad de españoles, a la que: “…fundó una ciudad e intitulola ciudad de Valdivia, e hizo alcaldes y regimiento…”. “Despachó al general Gerónimo de Alderete con treinta hombres que fuese a poblar a la alaguna que dije donde había señalado un sitio y que allí poblase una villa, la cual puso por nombre la Villarica a causa de la gran noticia que se tenía minas de oro y plata, y que los indios de aquella comarca repartiese en aquellos españoles y en otros que Francisco de Villagrán le enviaría cuando volviese de La Imperial.”

Las tierras donde se fundó La Villarica pertenecían, con sus minas de oro, a un cacique, o lonco, de nombre Pucorco, y la provincia donde se fundó Valdivia se llamaba Mallalauquén (Mallalafquen). La Villarica está a doce leguas de La Imperial y Valdivia a treinta. Ya en este territorio los habitantes no son mapuches, aunque las costumbres y la lengua son casi las mismas. Se organizaban en levos que obedecían a un señor, estos dependían de un cabi, que eran siete u ocho los principales y, todos dependían del señor de la tierra. “Tienen muy buenas casas y en las puertas acostumbran poner como en la provincia Imperial, dos palos que en las puntas tienen hechos del mesmo palo una águila, otros que son zorras y tigres y leones y gatos y perros, y esto tienen en las puertas por grandeza.”

Bibar confirma que los indígenas tenían perros desde antes de la llegada de los españoles. También la existencia de tigres, los que no eran otra cosa que el jaguar, que es propiamente una pantera, que aún persiste en el Mato Grosso y selvas del Paraguay y Argentina. Este, según he podido confirmar, tuvo una dispersión hasta bien al sur de la pampa de Argentina y del territorio actual de Chile, y era al que llamaban nahuel. Los gatos a que se refiere Bibar, deben haber sido félidos nativos como el colocolo y la güiña.

Así, hemos llegado a un punto de la historia en el que los acontecimientos se desencadenaran negativamente para las huestes españolas. Antes va a correr el resto del año 1552 y todo el año 1553, tiempo durante el que Valdivia se dedica a seguir en la organización de la tierra ya conquistada.

Bibar detalla el viaje de Francisco de Villagra desde la salida del Perú y como pasó por Omaguaca, el valle de Esteco, por Tuama, por el Barco y las tierras de los juríes, ules y comechingones, por Calamochica, Caria, hasta llegar a Cuyo. Ya sabemos que de ahí se vino a Aconcagua.

Valdivia despachó a Francisco de Aguirre hacia la ciudad del Barco, al norte de lo que hoy es Argentina, con la misión de quitársela definitivamente a Juan Núñez de Prado que la había fundado con una provisión que se superponía con la Valdivia. Además le encargó fundar y poblar otra ciudad en el territorio de los diaguitas. Después despachó a Gerónimo de Alderete a España para entrevistarse con su majestad y llevando ochenta mil pesos en oro. Mientras tanto, Valdivia iba y venía entre las ciudades ya fundadas.

Entre septiembre y octubre de 1553, viendo los indios la dispersión del contingente español, acuerdan levantarse en armas. El primer indicio fue la quema del fuerte de Tucapel. Valdivia, al parecer, no comprendió la magnitud de la rebelión y así, poco a poco, se fue encaminando sin presentirlo a su holocausto en Tucapel a comienzos del año de 1554, a manos de las huestes mapuches comandados por Traro Tuerto (Leftraru) (Lautaro), su ex mozo de caballos. Ahí en Tucapel, mientras los españoles gritaban “Cierra España, Santiago y a por ellos”, Lautaro les respondía “Imche leftraru, apufim tapu huincas.” Casi inmediatamente con el suceso de la muerte del conquistador y primer gobernador de Chile, se desarrolla la epopeya de “Los Catorce de la Fama”, bajo el mando de Juan Gómez de Almagro. El comportamiento de esos catorce españoles y de sus catorce caballos, es realmente estremecedor. En la plaza de Purén existe un monumento con una placa que los recuerda uno por uno.

Otros tiempos están por venir para Chile, sus gentes, y sus caballos.

Arturo Lavín Acevedo, Cauquenes del Maule, septiembre del 2011.

 

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