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Rebuscando la punta'e l'ebra XII

Rebuscando la punta'e l'ebra XII
Revise la columna de opinión de Arturo Lavín.
Autor:

Por Arturo Lavín Acevedo alacolemu@hotmail.com

Cuando Valdivia tuvo que volver al Perú desde Tacna, dejó al mando de la gente a Francisco de Ulloa, encomendándole que tomase camino hacia Chile. Que siguiera a Soza que iba más adelante. Unos días antes de la pasada de Valdivia a la cuadra de Guasco, Villagra había sabido de la llegada de españoles a Copiapó, por lo que salió personalmente a ver que pasaba. Suponía que eran parte del derrotado ejército de Pizarro y que no venían con buenas intenciones. Partió con un destacamento de sesenta hombres, la mitad por mar y la mitad por tierra bajo su mando, con doscientos indios auxiliares de apoyo. Lograron dispersar a los indios y se topó con el grupo de Soza, el que había salido a mediados de 1548 desde el Perú y llegó a Copiapó en octubre. Notando efervescencia general en los indígenas, dejó en Copiapó a Bohon con treinta soldados a caballo, algunos de los que venían con Soza, para mantener expedita la puerta hacia el despoblado de Atacama. Pasaron por La Serena, donde se quedaron algunos más de los que recién llegaban al país y se volvieron apresuradamente a Santiago con el resto de la gente.

A mediados de noviembre los indios cayeron sorpresivamente sobre el destacamento de Bohon, matando a los treinta españoles, capitán incluido. Envalentonados asaltaron y asolaron La Serena, destruyéndola e incendiándola, matando a catorce de los españoles que estaban la noche del 11 al 12 de enero de 1549. Al igual que a muchos indios auxiliares y niños mestizos. Bibar dice que escapó un solo español. Diego de Colondres, el que demoró meses en llegar a Santiago a pie y por en medio de territorio alzado. O sea, hay 44 españoles menos y se perdieron, al menos, los treinta caballos.

Así como fue avanzando la patrulla de cincuenta españoles, desembarcados por Valdivia hacia La Serena, fueron encontrando presas de cuerpos de españoles que habían sido descuartizados o empalados por los indios. Hizo el gobernador desembarcar más soldados y se dirigieron a los restos de la ciudad, donde no encontraron a nadie. Dejaron un papel enterrado al lado de los restos de una muralla, en la que hicieron señas para que fuesen entendidas por algún español que se hubiese salvado. Antes de partir un arcabucero disparó su arma. Al disparo, apareció Diego de Oro y sus compañeros que estaban escondidos, después de haber encontrado el desastre. Las señas las encontró la gente de Villagra que venía de vuelta y, así, se enteraron que el gobernador pasaba adelante por la mar. Despachó a Cristóbal de Orense al mando de cinco jinetes hacia Quintero, donde éste encontró al gobernador y dio la relación de lo que su teniente andaba haciendo.

En esos momentos empezaban a llegar los diversos capitanes que venían de atrás al valle de Copiapó. El primero fue Ulloa. Después Cristóbal de la Cueva y Juan Jufré llegaron con un corto número de hombres. Juan Jufré tomó el mando de la expedición y apresó a Ulloa, cosa que era bastante común en esos tiempos. De atrás apareció Pedro de Villagra y como cuartel maestre, le quitó el mando a Jufré y se hizo cargo de toda la gente. Se cumplía el temor de Valdivia, que al no estar presente él, habrían reyertas entre capitanes y que muchos de los que venían se volverían para ponerse a buen recaudo de cualquier pelotera donde la vida podía estar en peligro. En resumen, Pedro de Villagra llegó solo con noventa a cien hombres. Además, le había sido necesario combatir constantemente a los indios, los que le habían hecho perder más de cien caballos.

Valdivia desembarcó en el puerto de Tintero (Quintero), de ahí se fue a “la casa de Quillota” por unos días, y volvió a Valparaíso a principios de abril, a dirigir la descarga y distribución de los enseres y vituallas traídas. Seguramente, también, a discutir y preparar su entrada como “Gobernador por el Rey”, lo que no era menor. Estuvo ahí por algunos meses, en constante contacto con su teniente Francisco de Villagra, el que seguía tratando de mantener a raya a los indios. Don Pedro entró a la capital, según dice Bibar: “Allegó día de Chorpus Cristi, diez de junio del año de mil y quinientos y cuarenta y nueve, que se cumplieron diez y siete meses que había salido del puerto de Valparaíso…” Dos días más tarde, confirmaba a Villagra como su teniente de gobernador, diciéndole: “Me habéis dado tan buena cuenta y razón de lo que os dejé encargado de parte de su majestad como lo suelen y acostumbran dar los caballeros de vuestra profesión y calidad.”

Francisco de Aguirre había recién vuelto de su entrada a los promaucaes y el 20 de junio de 1549, Valdivia lo nombra teniente de Gobernador para el territorio entre Choapa y Atacama. Se crea con esto la primera división administrativa del país, con un Gobernador, Valdivia, y dos “Intendentes” o, según los tiempos, tenientes de gobernador, Aguirre en el norte con asiento en La Serena, la que se le había encomendado reconstruir y, Villagra, de Choapa al Itata con asiento en Santiago. Esta idea provocó tenaz resistencia en el cabildo de Santiago y en la población, quienes querían mantener la situación y que además se nombrase a Santiago como Capital del Reino. Valdivia sólo aceptó la segunda proposición, la que él compartía. Fue así como se instituyó la capital en julio de 1549.

Parte Aguirre con treinta y dos españoles entre pobladores y soldados, más yanaconas, indios de servicio y otro personal auxiliar. El miércoles 26 de agosto comenzó la reconstrucción, es decir a un mes y seis días después de su nombramiento. Consideremos que tuvo que preparar la expedición; elegir hombres, preparar caballos, decidir el personal auxiliar, acopiar las herramientas y enseres, elegir el ganado y otros animales además de las aves de corral etc. etc. etc. Todo listo, tuvo que trasladarse a La Serena, la que hoy, por carretera parejita, está a 470 kilómetros y, en ese tiempo, era a campo traviesa, con cuestas, ríos sin puentes, cerros, barrancos y demases.

A propósito de lo que estamos tratando y antes de seguir las peripecias de un verdadero personaje de la conquista como Francisco de Aguirre. El hablar de todos estos bamboleos de aquí para allá, en los que se nombra circunstancialmente el desarrollo de la masa caballar en los nuevos territorios, a mi de ver, como dice on Leute, es porque ya hemos dicho que el caballo en Chile, desde el “mesmo prencipio”, fue sometido a una “jimnástica funcional” y a una presión de selección inducida por el hombre, que fue razón fundamental en el tipo y características de los caballos que se generaron a posteriori.

A este respecto, hace algunos días, ante una inquietud que manifesté en éstas páginas con respecto a lo de la historia anexa al caballo, tuve la suerte de recibir, entre todas la comunicaciones de los que tuvieron la delicadeza de darme su opinión, una idea que tanto comparto, que me voy a permitir transcribirla literalmente. Es la opinión de don Fernando Domínguez Zambrano.

“Me parece que en lo derecho, hablando solo del caballo y dejando la historia del hombre de lado, nos perdemos del real conocimiento de la formación del verdadero Huaso Chileno, imagen de la cual muchos pretendemos hacerla como propia, tan solo usando un sombrero y una manta, sin saber lo que es tener la capacidad de soportar muchas horas a caballo, sometido a las inclemencias del tiempo con ese sombrero y poncho como único abrigo y tener éxito en las tareas encomendadas o propuestas.”

“Me parece que la orientación de su columna debe incorporar el trajín de ambos, veo que las historias de ambos están estrechamente unidas, ya que uno formo al otro y viceversa, o los dos se desarrollaron a la par, estoy hablando del Huaso Chileno y el Caballo Chileno. No me imagino como sería el Caballo Chileno sin las peripecias del Huaso Chileno.”

“El primer prototipo del Huaso, lo veo en esos primeros Españoles montados que vinieron del Perú, debieron haber luchado contra todos y contra todo, pasaron por desiertos, algunos más de una vez, muchos lo debieron hacer en el mismo caballo, con aperos que debieron ser trapos y cueros. Son de los que pasaron por grandes túneles con un solo fósforo, si uno lo piensa, son reales hazañas.”

“Como no contar la historia completa, en una de esa nos ponemos mas agallados y aprendemos a dar buenas formas a nuestros aportes, como el Huaso a su Caballo.” Domínguez dixit.

Volvamos con Aguirre. En llegando, mandó a buscar a los caciques del lugar para que viniesen en paz. Comenzaron a venir y culpaban del asolamiento a los indios de Copiapó. Visto esto, Aguirre decide ir a darles su merecido. En camino, con solo once soldados montados,… mejor dejemos que hable Bibar. “Salió el capitán Francisco de Aguirre con once soldados y, antes que entrasen al valle, envió decir a los indios que viniesen a servir y, si no querían, que hicieren muchas armas porque él les iba a visitar y, que no dijesen que no les avisaba.” ¿Cómo lo van hallando? “¡Güen tripal tenía el hombre oiga!”

Los indios se sorprendieron con la altanería de Aguirre y comenzaron a indagar que laya de capitán era el que se les venía. Un yanacona venido del Perú, que habitaba con ellos, les informó que era uno de los más bravos capitanes de los tercios de España. Que nunca usaba muchos soldados y, con pocos, acometía y mataba indios a tropel sin recibir daño. Los indios se desanimaron e hicieron un fuerte, pero al llegar Aguirre lo abandonaron.

Atrapó al cacique Cabimba, uno de los más fieros y crueles que había sido con los españoles, habiendo torturado a un español por varios días teniéndolo colgado por las alillas (axilas) y despedazándolo día a día, aún vivo y sin comida ni agua. Hizo que se le hiciera lo mismo. “Así se impuso y trajo todos los indios a la paz. Viniendo a servir de manera que nunca más se atrevieron a hacer ningún daño.“Cobraron tan gran miedo los indios de la comarca de esta ciudad que un español solo pasaba el despoblado de Atacama sin temor ninguno.” Francisco de Aguirre con once jinetes lograba despejar la comunicación permanente con el Perú. Por ahí iban a empezar a llegar pertrechos, por ahí pasarían las manadas de yeguarizos sin que se perdiese la mitad o más, las que vendrían a permitir su establecimiento y reproducción tranquila, al menos en parte, en el naciente territorio nacional.

Lo anterior parece ser tan cierto que, si retrocedemos a citas ya hechas, las cartas de relación de Valdivia a Carlos V, dice en septiembre de 1545: “i que me compre caballos para dar a los que han muerto en la guerra,… i algunas yeguas para que con otras cincuenta que aquí hai al presente no tenga de aquí adelante, necesidad de enviar a traer caballos de otras partes,…” También, en otra de octubre de 1550, en la recomendación a González de Marmolejo para obispo del reino. “…cuidando ciertas cabezas de yeguas que metió en la tierra con grandes trabajos,…” En agosto de 1549 Aguirre llegaba a La Serena y en septiembre de 1550, a poco de lograda la pacificación del norte, escribía su carta Valdivia, sin de que por medio se sepa de nuevas llegadas de caballos. Por lo que se puede colegir o deducir que; a esa fecha, no debía haber más de un ciento de yeguas de cría en el país, a lo mucho. Potros deben haber existido muchos, pero, casi todos usados como animales de silla. Algunos, seguramente los que ya no servían para la montura, deben haber sido incorporados como sementales a las piaras de reproducción y, seguramente, elegían para ello a los que habían dado buena probanza de sus aptitudes, carácter y mansedumbre.

Recibido por el cabildo, Valdivia despacha hacia el Perú a su teniente Francisco de Villagra con treinta mil pesos, para que trajese más gente y pertrechos y diera cuenta de los sucesos acaecidos durante su interinato al presidente La Gasca. Ya que: “serían los españoles que murieron en el valle de Copiapó y en la ciudad de La Serena sesenta hombres, que en ese tiempo eran muchos.”

Mientras Villagra volvía, Valdivia hace pregonar aprestos para salir de conquista al sur. Dio algunos días de plazo para que se prepararan y llegada la fecha hizo formar a toda la población para saber en detalle a quienes tenía. “…hecha la reseña y vista la gente por lista mandó que los de a caballo le siguiesen en una escaramuza. Andando escaramuzando en el campo, cayó el caballo con el gobernador y dio tan gran golpe con el pié derecho que se hizo pedazos todos los huesos del dedo grande. Salió la cochezuela y, con la fuerza que hizo, rompió el hueso, la calza, y una bota.” Fue llevado sin sentido a su casa y muchos lo dieron por muerto. “Ya que fue tornado en su sentido, fue curado lo mejor que se pudo.”

Estuvo tres meses en cama, hasta cerca de la Navidad de ese año. Viendo el gran costo que les significaba a los habitantes de Santiago la mantención de tanta gente de guerra, optó por partir al sur “pasado el día primero y segundo de Navidad.” Partieron los españoles hacia Arauco, con Valdivia que aún no podía afirmar el pié, “en andas que a veces llevaban cuatro negros y a veces seis indios.” Salió con ciento ochenta hombres de a caballo y todo el complemento necesario, demorándose veinte días en llegar al Itata. Al llegar ahí, recién pudo montar a caballo con ayuda.

Una cosa interesante con respecto al origen de ciertos nombres. “Visto los Incas su manera de vivir, los llaman Pomaucaes, que quiere decir “lobos monteses”, y de ahí se quedaron Pormocaes, que se ha corrupto la lengua porque antes se llamaban “picones”, porque estaban a la banda del sur y al viento sur llaman “pico”. Esto debe referirse al río Acocagua, ya que los mapuches a estos mismos indios les denominaban “picunches”, que en mapudungun quiere decir “hombres del norte”, pero del norte con respecto al río Biobío, el límite norte de su patria.

La ida de Valdivia al sur significó varias refriegas y batallas con los mapuches. En una de las primeras se ahogó el comendador Pero González Mascareñas. Cuando llegó a orillas del río Andalién, se produjo la batalla del mismo nombre contra el cacique Aynavillo, hombre belicoso y guerrero. “Pelearon tres horas, que jamás pudieron romper a los indios. Eran tan recios los palos y tan espesos que daban a los caballos en las cabezas que les hacían empinar y revolver para atrás.”

Después de otros enfrentamientos y frente a una gran bahía, Valdivia hace construir un fuerte (Penco), el que daría origen a la tercera ciudad de españoles en Chile, la ciudad de La Concepción.

Arturo Lavín Acevedo, Cauquenes del Maule, septiembre del 2011.

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