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Jorge Lasserre Lafontaine: Retrato Hablado I

Jorge Lasserre Lafontaine: Retrato Hablado I
Si existe un hombre influyente en la historia del rodeo chileno ese es Jorge Lasserre, quien falleció este lunes en su hogar en Curacaví.
Autor:

Por Luis Iván Muñoz Rojas. Fuente: Anuario de Rodeo 2000.

  • Jorge Lasserre Lafontaine: Retrato Hablado II
  • Jorge Lasserre Lafontaine: Retrato Hablado III

Por un camino angosto y serpenteado -a ocho kilómetros de Curacaví- está el fundo Alhué. La casa colonial acoge al visitante con la sencillez elocuente del campo chileno. A un costado de la puerta principal, un letrero destaca el "menú del día": porotos granados, pastel de choclo y pan amasado.

Son los dominios de don Jorge Lasserre Lafontaine que recibe de huaso, con manta de abrigo y ese cultivado humor pícaro -y a ratos irónico- que preside los encuentros que organiza con sus pares; en este caso, los huasos.

Porque como bien saben los corraleros -incluso quines no lo conocen personalmente- don Jorge ha sido y es un personaje determinante en la historia del Rodeo. En el crecimiento y desarrollo experimentado por este Deporte desde los inicios de la Federación, hace casi cuatro décadas.

De gran carácter, dispuso su inteligencia y talento al servicio del Rodeo como miembro del directorio (1967-1985) y presidente de la Federación (1972-1976). Pertenece a ese grupo de grandes hombres y grandes huasos que contra viento y marea convirtieron la otrora fiesta del campo chileno en el deporte que es hoy; a aquellos forjadores de sueños que hicieron las siembra del actual patrimonio corralero.

De profesión ingeniero civil, corralero por afición y huaso por vocación; fue un destacado empresario -socio de la constructora INGAS- que desarrolló obras civiles de gran envergadura en País, las que inspeccionaba en su avión particular, reservando los fines de semana para los caballos: su otra pasión.

Hombre de gran cultura -de aquella que se estudia en los libros y se aprende in situ- sus conocimientos de filosofía, historia, poesía, arte, han enriquecido las innatas condiciones como orador de las que ha hecho gala.  

 Amistad, divino tesoro. Jorge Lasserre, Gonzalo Vial y Pedro Vergara junto a un socio de Panguipulli en 1973.

Genio y Figura

Nacido en Cañete hace 78 años, hijo de Juan Lasserre Larramendy y doña Luisa Lafontaine, don Jorge cuenta que el parto ocurrió en su casa: "soy hijo de mamá poco palmoteada... ¿se ha fijado usted que hoy día las mujeres pasan más manoseadas por el doctor que por el marido?".

Siete meses más tarde muere su padre, un vasco de origen francés que había llegado niño al País. Lo recuerda como un hombre con gran capacidad de trabajo. Dueño de una tienda "que vendía desde yerbas hasta monturas" y aficionado a los libros, mediante los cuales completó su educación como autodidacta.

Cuatro años después, su madre se casa con don Miguel Montory Athens, matrimonio del que nace su hermano Rolando Montory Lafontaine, 'Don Rola', su gran amigo; regalón de don Jorge y de su hermana mayor Ivonne.

En su "patria chica" de Cañete don Jorge empieza sus estudios en "escuela pagada", que continúa en casa una institutriz francesa.

A los 10 años va interno al Colegio San Ignacio de Santiago. Dura cuatro años, y los rasgos de su carácter condicionan su traslado al Instituto de Humanidades Luis Campino. "Ahí también tuve dificultades parecidas" -dice don Jorge- "y me pidieron que no volviera". Cursa el último año en el Instituto Barros Arana, e ingresa la Universidad de Chile, donde se recibe como Ingeniero civil.     

Profundizando en sus recuerdos, don Jorge aborda el tema de sus orígenes, como siempre, a su manera. "Mis primeras inquietudes surgen al observar que mis tías abuelas eran chicas, de ojitos rajados; pómulos salientes; pelo duro y harto moño. Me daba cuenta también que tanto yo, como mi madre, mis hermanos y ascendientes por línea materna, teníamos el talón largo igual que los mapuches que bajaban a sacar machas a las playas de Paicaví. Preocupado por el origen de mi familia, consulté con un empleado nuestro, José María Callupe Neculmán, hijo de un cacique de Los Batros. Pero no me aflojó información. Junté unos corderos, unas garrafas de vino, otras vituallas, y me fui a Los Batros.

Luego de una gran comilona y tomatera, estando el cacique Callupe envalentonado por los tragos, me soltó la verdad. Mi bisabuela materna María Alarcón, era mapuche y su verdadero nombre, María Antileo, hija del cacique Antileo de Tequerehue, de la Laguna de Malenhueque. Ella fue quien se casó con don Agustín Dolhatz, dueño del Fundo Peleco, con el que tuvo cuatro hijas, entre ellas doña Natalia, mi abuela, casada con don Máximo Lafontaine Hayette.

Al saber la verdad nos abrazamos con el cacique y dejé que la sangre mapuche corriera libremente por mis venas. Ahí entendí mi carácter, mi espíritu indómito y el orgullo por mi raza..."

En conclusión -señala- hay dos temas: "Primero, que mi origen no es plebeyo sino patricio, ya que soy descendiente de cacique mapuche, y segundo, que como mapuche, me corresponde una parte de las 150 mil hectáreas que el gobierno nos va a restituir en los próximos años" y se ríe.  

         

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