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Apología de Don Ramo

Apología de Don Ramo
Lea este artículo escrito por su hijo Alberto Cardemil Herrera.
Autor:

APOLOGIA  DE DON RAMO

Por Alberto Cardemil Herrera

El Criadero de caballos criollos de pura raza chilena Santa Elba, fundado en 1950, es la obra de vida de Don Ramón Cardemil Moraga (Ranguilí,  17 de Enero de 1917 ? Curicó, 8 de Septiembre del 2007),  y de su mujer Doña María Elba Herrera Muñoz (Santa Cruz, 29 de abril de 1917- Santiago, 4 de Mayo del 2006), en cuyo honor fue bautizado.

Fue su propio fundador, organizador y propietario, don Ramo, el que consolidó el prestigio del plantel, conduciendo caballos de antología como la Percala, la Pelotera, el Manicero, el Tabacón y el Bellaco. Pero los triunfos, la personalidad carismática y la profunda filosofía campesina que distinguieron a mi padre se han complementado con su excepcional sentido de la crianza, que lo llevaron a  conservar los más antiguos y puros linajes del caballo chileno, de tal modo que la presencia de los productos por él criados es hoy destacada y actual en los más importantes criaderos nacionales y extranjeros.

La calidad genética de Santa Elba plenamente vigente en la dotación de hoy, fue proporcionada por la sangre antigua,  pura y noble de diez reproductores que alcanzan hoy ribetes legendarios. Dos potros: Refuerzo (Nº 12869) y Taco (Nº 37039) y ocho yeguas: Piedraita (Nº 16725) Percala (Nº 28359) Burlesca (Nº 47273), Princesa (Nº 43644), Armonía (Nº 65367) Casaca (Nº 64809), Ficha (Nº 57880), y Amargura (Nº 49505).

Las descendencias de aquellas yeguadas, con el servicio posterior  el excepcional Bellaco (Nº 54764) y de los Campeones de Chile Tabacón (Nº 42205), Rival (Nº 53127), y Esquinazo (Nº 75866), llegaría a contar con ejemplares extraordinarios por su calidad deportiva y prepotencia hereditaria.

Han tenido, entre otros, gran figuración en las pistas de Chile, Uruguay y Brasil: Alaraco (Nº 147294), Afuerino (Nº 90460), Agraviado (Nº 85011), Alquería (Nº 79148), Altivo (Nº 77743), Amuleto (Nº 90463), Armónica (Nº 109917), Alteza (Nº 114988), Atrevido (N° 109914), Banderilla (Nº 89266), Bandolero (Nº 85321), Bellaco (Nº 54764), Cachada (Nº 98461), Comisario (Nº 105540), Cachazo (Nº 85793), Cacique (Nº 98457), Cadejo (Nº 103225), Corajudo (Nº 97482), Cambalache (Nº 58488), Candil (Nº 103233), Cascada (Nº 77745), Cabaña (Nº 109913), Comediante (Nº 105533), Cañazo (Nº 85008), Candelilla (Nº 133395), Candelaria (Nº 129222), Chacotera (Nº 147289), Carbonero (Nº 90464), Cardal (Nº 109919), Centinela (Nº 97479), Clarinada (Nº 63573), Conjuro (Nº 105541), Consentida (Nº 60529), Costina (Nº 90461), Costurero (Nº 140991), Cureña (Nº 97481), Cantera (Nº 85010), Cascarilla (Nº 49380), Cobre (Nº 77741),Chilco (Nº 129213),  Deleite (Nº 114922), Despunte (Nº 87128), Farolito (Nº 34489), Fichero (Nº 87125), Filtrado (Nº 105538), Fugitivo (Nº 105535), Fugitivo (Nº 105535), Merienda (Nº 87126), Morenita (Nº 66718), Monarca (Nº 115009), Nutria (Nº 42368), Pelotera (Nº 31596), Pellín (Nº 133394), Presumida (Nº 45465), Primavera (Nº 34490), Prendada (Nº 114987), Ramoneo (Nº 68873), Refuerzo II (Nº 53293), Regalada (Nº 105543), Regalona, (Nº 63574), Retocada (Nº 79147), Secarrona (Nº 51357), Taco II (Nº 97478), Trenzado (Nº 87130), Vizcacha (Nº 120620, Ventolera (Nº 133383), Satanás (Nº 91600), Señuelo (Nº 37039), Tundra (Nº 120625), Tololo (Nº 129217) y Zarca (Nº 58486). Agreguemos las grandes yeguas Buscada (Nº 103229), Chupilca (Nº 129215), Primorosa (Nº 125453) y Rolita (Nº 114990), actuales vientres del criadero.

La carismática personalidad de Don Ramo, que le valió siempre el universal respeto, cariño y admiración de los aficionados, y que estando aun vivo se concretó en la piedra perdurable del monumento La Atajada, que lo representa actuando en su potro Bellaco, ubicado en la Plaza El Rodeo de la ciudad capital de la Provincia de Curicó, se basó en principios, sencillos, sólidos, vigentes y acampados, que nunca varió de enunciar y practicar, aun sabiendo que no todos eran comúnmente compartidos, y que aquí consigno para perpetua memoria cual tabla de la ley.

* El objetivo ideal es criar caballos bonitos y buenos, pero en el linde de optar debe preferirse la función a la morfología.

* Nada remplaza el amor por los caballos y el compromiso personal del patrón en su crianza, adiestramiento y competencia.

* Hay caballos malos con buena sangre vaquera, pero no hay caballos buenos de mala sangre vaquera;

* Las madres, como sucede en los humanos, aportan más que la mitad en las bondades de sus crías;

*  Las instalaciones y pesebreras están al servicio de los caballos y no al revés. 

* Si no se encuentra al potro indicado fuera de las estirpes aculeguana del Guante y cuevana del Angamos, no hay que temerle a la endogamia  que asegure el insustituible sentido vaquero;

* La intuición es un músculo que debe ejercitarse y entrenarse permanentemente.

Es que Don Ramo, además de un gran caballista, fue un hombre  integral, prestigioso dirigente gremial, deportivo, social y por sobre todo un padre, marido, abuelo, bisabuelo, hermano, suegro y patrón cabal, a la manera antigua, romana y española. Amado, respetado y admirado por los suyos nunca se confundió en sus prioridades: familia, cariño  por la tierra, y cultivo de las mejores tradiciones nacionales.

Debemos agradecer primero que nada a mi padre el amor al trabajo bien hecho. Nunca fue un hombre de gran fortuna, siempre un buen agricultor mediano, arrendatario y propietario, que demostró sin embargo con el éxito económico de S. E. las dimensiones que puede alcanzar una pasión inteligente y ordenadamente conducida. Deshacerse de cualquiera de sus caballos, representaba para él una autentica pena, pero asumía que debía  hacerlo. ¡Si no hubiera tenido que vender mis caballos nadie me habría ganado nunca!, me dijo una vez con una mezcla de desazón y orgullo; y yo pienso ahora: ¡por Dios que tenia razón!. En otra oportunidad me confidenció: ¡a pesar de las advertencias pesimistas le debo todo a los caballos, haber podido ganar, mantener a mi familia, conservar mi tierra y educar a mis hijos!; y yo medito ahora: ¡aun más, le dieron en su ocaso, haber podido sostener, sin pedirle nada a nadie, la dignidad que le gustaba y que nunca estuvo dispuesto a renunciar:  la de austero señor particular del campo chileno!.

En la sólida conciencia de Don Ramo por su condición de caballero provinciano se afincaba una prominente característica de su personalidad: la seguridad en si mismo, que no le permitía ni achicarse ni agrandarse ante nadie, y se exhibía  completamente despojada de cualquier atisbo de afectación, arribismo o falsa modestia. Su legado es la certeza de un nombre que, como en las  viejas canciones de gesta, se hizo ilustre por sus logros y sus días.

Pienso y afirmo que un componente inseparable de esa seguridad, como las dos caras de una moneda de bronce, fue la humildad, la sencillez auténtica, sin poses, salida desde dentro.  Todos quienes sienten en la profundidad de su ser el tintineo de los valores y estilos del campo lo quisieron, lo admiraron, lo imitaron, y quisieron estar cerca suyo. El día de su muerte lo lloraron débiles y  poderosos, desde los ricos palacetes del valle hasta las más pobres rancherías de los cerros costinos.

Tenia Don Ramo, como producto de la firme  aleación entre la seguridad y la humildad que conformaban el metal de su notoria personalidad, un sentido del humor cáustico, de insuperable ironía, gracejo y oportunidad matemática, que dejaba volar entre dientes, con un tono característico y esbozando una imperceptible sonrisa, pero que estaba contenido por la suprema cualidad de los inteligentes, cual es la capacidad de reírse de si mismos. De veras el ejercicio de aquel humor pudo convertirse en un mortal instrumento de tiranía, dominio y vasallaje de de personalidades ajenas y queridas. No sucedió  así con sus hijos. Al final de las cuentas el contacto racional y emocional con nuestro padre nunca fue grave, sino siempre estimulante y peligroso, haciendo que uno estuviera alerta, mas rápido y en la punta. El humor negro le servia para ilustrar la enseñanza por vía de analogía, contradicción, análisis o abstracción, y entonces mas valía la pena reírse, sacar cuentas, observar y tratar de colocar alguna respuesta que viniera al caso. 

El día de sus funerales, a los discursos, hacia yo el recuento de los impresionantes elogios que se le prodigaban con rara unanimidad. Leyenda del Rodeo, Gran Señor del Campo Chileno, Notable Caballista de América, Rey de las Medialunas, Príncipe de los Huasos... y no podía dejar de representarme la idea que de pronto emergería del imperatorio perfil de mármol antiguo con que definitivamente figuró en el féretro, para comentarme quedamente: ¡¿hombre, será verdad tanta belleza?!.                    

Don Ramo, como esos personajes  de novela de Blest Gana fue siempre progresista, nada pacato, finamente liberal y aun irreverente en su manera de pensar el mundo y las preguntas del hombre; y de viejo, después de la muerte de mi madre, moderadamente rezador. Gustaba contar la historia de su tío Octavio Vallejos, que habiendo tenido alma de trueno explicaba sus últimos sacramentos para el viaje al debatido mas allá,  con una razón bien práctica : !¿y si hay?!. El  murió al conforme a todos los mandamientos del Dios de sus abuelos.

Vestía decentemente de huaso en los días de entre semana, con distinción urbana  en sus trajines capitalinos y de gran gala para la fiesta del rodeo. Aborrecía las borracheras, el bochinche y la ordinariez, a la que llamaba chabacanería. Además de la música de campo le gustaban los boleros y creo que no dejó western por ver.

Fue un expositor ameno, con un raro sentido de la exactitud, de una pulcritud de lenguaje que se refinó con la senectud, siempre dispuesto a escuchar en el ambiente distendido de la conversación, sin que le gustara hacer discursos porque los encontraba circunspectos y circunscritos. Fue un excelente jugador de ajedrez, de billar  y de las más complicadas variables de la  brisca y el rocambor. Poseía una no despreciable cultura general especialmente fuerte en materias geográficas y científicas. Redactaba con soltura y corrección, gustándole recordar que había sido alumno de Don Mariano Latorre. Era acucioso lector de El Mercurio y le gustaba estar bien informado de los asuntos económicos, políticos e internacionales. Nunca dejé de consultarle su opinión en materias discutibles sobre las que debía pronunciarme, y me contestaba haciendo un excelente resumen del punto, las diversas alternativas de salida y finalmente su opción personal. Tengo para mi  que me encontraba un si es no es conservador para su gusto, lo que seguramente también, con una concesiva semi sonrisa, remitiría a una presunta influencia ultramontana de mi madre.

Nos dispensó mi padre un cariño rudo, sobrio, exigente y respaldador, como el que se narra de los patriarcas bíblicos, solo roto por las finísimas ternuras para con los niños, especialmente  nietos y bisnietos. Nunca dejamos de buscar su consejo prudente en las decisiones trascendentes de la vida. Temprano, al día siguiente de una derrota electoral especialmente dolorosa para mí, llego a buscarme a mi casa ordenándome: ¡vamos hombre a ver los caballos, que son los que nos dan el centro!, y en el camino me pidió que corriera  esa temporada El Carbonero, su mejor potro en ese momento. Nunca trató de imponer a sus hijos su propio destino y respetó las decisiones de vocación y vida de cada uno. Tal vez advirtió que forzar la permanencia a la vera de su notoria personalidad podría damnificar la individualidad, también fuerte, de sus hijos.

Don Ramo fue un apasionado deportista y practicó fútbol, boxeo, natación, palitroque, básquetbol y pelota vasca, encontrando en el rodeo la disciplina para expresar su voluntad de elite y alto rendimiento, a la  manera inglesa o norteamericana, rara en Chile y que él admiraba por lo autoexigente, perseverante, consciente del trabajo en equipo y éticamente respetuosa de las reglas de juego. El único vicio que le conocí fue la embriaguez de los honores del triunfo y el aplauso, porque digámoslo sin ambages, le encantaba ganar y tenia muy claro, al menos en sus épocas de gloria,  que debía darle un lucido espectáculo a su público. Doy fe que era un gran compañero de rodeos, ponedor, alegre, generoso, otorgador de confianzas, nunca molesto por los inevitables errores del que corría en la baca, que corregiría después, al distante comentario del regreso.

Asombra, en efecto, la estadística cualitativa, cuantitativa y la prolongación en el cambiante  tiempo  deportivo, de los triunfos obtenidos por Santa Elba en las pistas de nuestro deporte nacional, cuya sola enunciación puede resultar farragosa:

* Siete veces Campeón de Chile de Rodeos: con los jinetes Ramón Cardemil y Ruperto Valderrama que ganaron en Los Ángeles, 1962, montando a Matucho y Manicero; en Linares, 1963, conduciendo a Envidia y Venganza; en San Fernando, 1965, de a caballo en Matucho y Manicero; en Rancagua, 1967, con Percala y Pelotera; en Rancagua, 1968, a las riendas de Manicero y Trampero. Y en Rancagua, 1973 y 1981, con Ramón Cardemil y Manuel Fuentes a los lomos de Tabacón y Trampero y el Bellaco y el Rival respectivamente.

* Cuatro veces Vicecampeón de Chile de Rodeos: en San Fernando, 1965, en Percala y Pelotera, con Ramón Cardemil y Ruperto Valderrama; en Rancagua, 1980, con Ramón Cardemil y Manuel Fuentes montando a Bellaco y Rival; en Rancagua, 1990, con Fernando y Alfonso Navarro en Carbonero y Brasero; y en la misma ciudad, 1996, con Juan Pablo Cardemil y Alfonso Navarro en el Cadejo y el Filtrado.

* Seis veces Tercer Campeón de Chile de Rodeos: en Melipilla, 1955, con Ramón Cardemil y Ruperto Valderrama montando a Posturita y Sambo; en Chillán, 1956, con Ramón Cardemil y Ramón González en el Caput y la Secretaria; en Rancagua, 1973, con Ramón Cardemil y Manuel Fuentes en Burlesca y Princesa; en 1977, con los mismos jinetes en el Rival y el Bellaco; en 1980, con idénticos peones conduciendo a Mensajero y Refuerzo; y en 1995, con Fernando y Alfonso Navarro en la Banderilla y la Cureña, todas esas oportunidades en Rancagua.

* Tres veces Cuarto Campeón de Chile de Rodeos: en Talca, 1974, con Ramón y Alberto Cardemil en el Comentario y el Andariego; en Rancagua, 1986, con Ramón Cardemil y Fernando Navarro en Bellaco y Esquinazo; y en esa misma sede, 1998, con Alberto Cardemil y Alfonso Navarro en la Buscada y la Cureña.

* Tres veces Campeón de Chile de Riendas: en Rancagua, 1998, 1999, 2003, con Alfonso Navarro en Villano, dos veces, y Alaraco, respectivamente. Una vez Vicecampeón de Chile de Riendas, en Rancagua, 1996, con Alfonso Navarro en Armónica.

* Ocho veces Gran Campeón de la Raza, en las exposiciones de Talca y Curicó, 1989, 1990, 1991, 1992, 1998, 1999, 2000, 2001 y 2002 con Cadejo tres veces, Conjuro, Candelilla, Chupilca, Coihue y Cachaña. Cuatro veces Ganador del Sello de Raza del Campeonato Nacional: en Rancagua, 1977, 1981, 1989 y 1997, con Rival, dos veces, el Cachazo y la Cureña.

* Los Champions, premios, figuraciones y distinciones que además obtuvo son simplemente incontables.

Por ahí he leído que la partida de viejos de tamaño porte equivalen a la caída de algún árbol señero abundoso de sombras,  de vientos y de pájaros, o a la quema de una biblioteca, o a la seca de algún agua de gran caudal. Pero yo tengo por cierto que su mandato y la consecuencia de su ejemplo perdurarán. Las semillas de su árbol producirán otros renovales salutíferos para el cuerpo y el alma de los que quedamos,  la letra de su sabiduría ilustrará otras vidas, el agua de su manantial regará otras praderas y sembradíos del afán humano, porque dicho está que la vida no se extingue sino se transforma. LAUS DEO.

 A. C. H. Curicó. 23. Septiembre. 2007

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